Desde Saturraran a Olatz
Aunque para muchos las vacaciones son ya un recuerdo vago revivido en la contemplación de las fotografías veraniegas, el debate continúa estando sobre la mesa: ¿playa o montaña? Afortunadamente, el País Vasco goza de las dos alternativas sin tener que recorrer grandes distancias para llegar del mar a la cumbre. La cercanía de las playas vizcaínas, guipuzcoanas y labortanas con los montes del interior de estos territorios y de Álava, sin olvidar el Pirineo y las sierras navarras hace que la elección entre las dos opciones no sea motivo de grandes discusiones. Así, para los que quieren conjugar los paseos por el interior con los baños en las olas del Cantábrico hay múltiples opciones, entre las que cabe destacar la que ofrece el municipio guipuzcoano de Mutriku, lugar natal del celebérrimo marino Cosme Damián de Churruca, donde se encuentran los enclaves de la playa de Saturraran y el valle de Olatz. El paseo imaginario desde Saturraran a Olatz -porque no están comunicados por una carretera directamente- supone el salto desde una de las playas más atractivas del País Vasco hasta un valle salpicado de caseríos que recogen las dedicaciones más tradicionales del campo vasco. Si el centro de Mutriku recrea la clásica villa pesquera (es uno de los puertos más importantes de la cornisa cantábrica), Olatz, a escasos kilómetros, supone otro microcosmos completamente ajeno al trajinar marino. Es un espacio cerrado que en tiempos tuvo cierta importancia en el camino que unía Mutriku con la zona media del valle del Deba. Salteadores y pescado Era un paso más que complicado por lo abrupto de su geografía, es decir, un excelente lugar para el fino trabajo de los salteadores de caminos. Con el aliciente de que no sólo eran atractivos los dineros que llevaban los viajeros y las carretas que hacían la ruta del interior. No hay que olvidar que por esta ruta llegaba el pescado de Mutriku a las florecientes villas de Eibar y Bergara, preciada mercancía para quien vivía del asalto al viandante. Este es el mismo camino que el 8 de septiembre, día de la Virgen de Arrate, seguían los peregrinos para llegar al santuario y pasar a los más pequeños bajo el manto de la Virgen. Todo esto ya es parte de la historia del barrio, que cuenta con iglesia con advocación a San Isidro y unas escuelas que, como tantas otras ubicadas en pequeños pueblos, han sufrido su particular reconversión: han pasado de albergar a los niños y las niñas de Olatz a los clientes del bar en que se han transformado aquellas aulas. A pesar de estos cambios, el valle continúa manteniéndose casi inmutable desde que los primeros habitantes conocidos habitaron en la prehistoria las cuevas que llevan el significativo nombre de Jentiletxeta (casa de los gentiles). El paseo por Olatz, que se puede iniciar en ese pequeño núcleo formado por la iglesia, las escuelas y el caserío Zelaieta -en cuya fachada se lee una inscripción que dice "Vincet victus" (Vencerá el vencido)- cuenta con los atractivos de sus bosques, sus prados en los que pacen las vacas y las ovejas de los caseríos cercanos y su conformación orográfica particular debida a la caliza que domina el valle. Los pocos y pequeños regatos, como el Sorginerreka, desembocan en la cueva de Kobalde, buena muestra de esa piedra caliza y en cuyas paredes exteriores practican la escalada los aficionados de la zona. No hay noticia de que en Olatz estuviera Churruca en una de sus últimas estancias en la villa guipuzcoana antes de su muerte heroica -perdió una pierna desde la ingle por una bala de cañón- en la batalla de Trafalgar contra la flota inglesa mandada por el almirante Nelson. Más fácil es imaginárselo por las rocas que salpican la costa hasta la playa de Saturraran, donde se afianzaría su vocación marinera. Esta primera playa guipuzcoana, justo al lado del puerto de Ondarroa, se caracteriza por ese peñón puntiaguado que se llama Eskilantxarri (traducido por Barandiaran como "peña del grajo"). Como si fuera el faro de la playa, esta roca domina el paisaje de Saturraran y hacia ella se dirigen inevitablemente las miradas. Aunque tiene una buena competencia en el caserío Saturraran zahar, ubicado en un lugar imposible, en el paraje que elegiría un místico misántropo para retirarse a una vida contemplativa no exenta de riesgo. Porque en Saturraran zahar se puede disfrutar de la vida en directa comunión con el mar. Así que cuando Neptuno no está de mal humor, el caserío se presenta como un lugar paradisiaco, ideal en su independencia. Pero también está expuesto a las iras del Cantábrico, cuando las tiene, y ahí sí que esta casa que desafía al mar en Saturraran se presenta como un reto más que arriesgado. Sin embargo, está bien protegido por las rocas y de momento ha sobrevivido al embate de las olas. Las Siete playas Justo detrás del caserío, comienza un paseo que cuenta con interesantes valores paisajísticos y que se puede realizar con marea baja. Bien saliendo de Mutriku, bien de Saturraran, el recorrido por estos dos kilómetros y medio de costa depara, además de los previstos acantilados, el encontrarse con las llamadas Siete playas, pequeñas calas no muy frecuentadas, ideales para un baño discreto. Desde Saturraran a Olatz, el interesado tiene la oportunidad de no tener que llegar a la discusión -y mucho menos a las manos- con sus compañeros de viaje para elegir entre playa o montaña: como se ve, desde el aficionado al submarismo al escalador, desde el practicante del nudismo al amante de la verde campiña, hay posibilidades para satisfacer todos los gustos veraniegos. Y para los que no puedan vivir sin visitar un monumento, ahí está Mutriku, su plaza de Txurruka, con la estatua erigida al héroe local, la casa de Galdona y el Ayuntamiento, además de su casco antiguo con la magnífica torre de Berriatua o el palacio de Zabel.
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