A cántaros
Pablo Guerrero, en 1975, un año después de componer Pepe Rodríguez, el de la barba en flor, sacó el disco que recogía su concierto en el Olympia de París. Con él estaba Ignacio Saénz de Tejada, a la guitarra, y Miguel Ángel Chastang, al bajo. En el vinilo, que se dice ahora, en el LP que se decía entonces, se incluía la canción del ligón de mesones. El disco se grabó en directo el 2 de marzo de 1975. Fue un año movido por muchas cosas. Franco murió víctima de las heces en melena, que diría Pepe Rodríguez, y despedía sus años de dictadura con cinco sentencias de muerte a tres militantes del FRAP y dos de ETA. Carlos Arias, presidente de Gobierno, anunció a todo el país el fallecimiento del caudillo y esbozó unos pucheros en televisión. La gente seguía yendo de mesones. Y cantando las mismas coplas que componen la memoria sentimental de este país.
Como dice Pablo Guerrero, Pepe Rodríguez estará ahora por Ibiza, casado y con dos niños -chico y chica, naturalmente-. La vida es como es. La vida y tal, que decía el Tío Pela.
En ese mismo disco, el de El Olympia, puede encontrarse una canción que fue el himno de toda una generación: A cántaros. Pocos son los que no han tarareado alguna vez aquello de "tiene que llover, tiene que llover a cántaros". Era una forma de decir cosas que no se podían decir de otra manera: "Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian / que la siesta se acaba".
Eso es otra historia. Y para recordarla, nada como escuchar a Pablo Guerrero en el Clamores el 16 de este mes.
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