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56ª MOSTRA DE VENECIA

La estrella Brad Pitt provoca risas por su mala interpretación en 'Fight Club'

La película de David Fincher y un amargo filme de Philippe Garrel cierran el festival

ENVIADO ESPECIALSeven y 12 monos, los dos huecos spots que encumbraron a Brad Pitt, han engordado después de Fight Club, convirtiéndose respectivamente en Eight y 13 monos. Dirige el monumental bodrio David Fincher, que firmó el primero. No hay un director tan calculadamente tramposo como éste en el cine norteamericano actual. Al revés que el francés Philippe Garrel, que en la durísima El viento de la noche, con Catherine Deneuve, nos da un baño de amarga verdad y de juego limpio. Es un filme que verán cuatro gatos, pero que lleva dentro gran cine.

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El publicitario David Fincher, estupendo vendedor de pantalones vaqueros pero una auténtica nulidad como cineasta, si en Seven, debido a lo ajustado del presupuesto -por entonces Brad Pitt no cobraba lo que se embolsa ahora-, le obligó a moderar el derroche de virguerías visuales, ahora, el alto nivel de la financiación en que se apoya Fight Club le ha dado alientos de desquite y el esteta de perfumería se ha desmelenado en un esfuerzo por apabullar a su clientela con un vómito de efectismos visuales retorcidos y pestilentes. La escatología sanguinaria que llena las oquedades de Seven aquí se desborda en una riada en la que se entremezclan todo tipo de amaneramientos gestuales y aplastamientos de las fuentes de salsa de tomate que caracterizan al mal cine violento. Y a esto se añaden sus aficiones al tenebrismo y a la salvajada, aquí salpimentadas con toques de milenarismo y de teología negra. El resultado es una paliza de imágenes despóticas, cuyo regusto autoritario, negador de la libertad del espectador, roza, pretendiendo lo contrario, la apología de una estética del neofascismo.

Durante todo el siniestro spot de este experto embaucador, Brad Pitt se las ve y se las desea para no caer en las telarañas del ridículo. Su guapa condición de estrella todavía sigue sin cuajar en una interpretación solvente, aunque parecía despuntar en él una vía de escape de este pozo profesional con el buen enfoque que dio al personaje del terrorista del IRA que encarnó en La sombra del diablo frente a Harrison Ford hace cosa de dos años. La cumbre de Brad Pitt sigue siendo el chico tejano que jode con Geena Davis en Thelma y Louise.

Golpe trágico Brad Pitt sigue estancado en su arranque. Necesita este bien dotado actor añadir inteligencia a su fulminante escalada hacia el fetiche del sex symbol o, endureciendo las palabras, de estímulo masturbatorio de lujo.

La sanguinaria patraña que Fincher intenta, y no consigue, contar en Fight Club es pura nada si se la coteja con el apacible, pero contundente hasta límites extremos, golpe trágico que nos asesta el francés Philippe Garrel en El viento de la noche, una durísima indagación, con pinta de introspectiva, difícil de ver, pero de calidad excepcional. Philippe Garrel sitúa en el vacío de las calles del París de ahora mismo un fugaz encuentro, atravesado por un aterrador pesimismo, entre dos despojos mentales y sentimentales de la explosión optimista de la revolución de mayo de 1968, interpretados con dolor y rigor ascéticos por Catherine Deneuve y Xavier Beauvois. Un minuto de este encuentro contiene mucha más violencia, verdadera violencia y amargura que toda la basura perfumada de cien Finchers.

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