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56ª MOSTRA DE VENECIA

Abbas Kiarostami y Alberto Seixas Santos logran dos obras magistrales

'El viento nos llevará' y 'El mal' coinciden en su lenguaje contracorriente

ENVIADO ESPECIALEl iraní Abbas Kiarostami y el portugués Alberto Seixas Santos aportaron las dos primeras películas que dan razón de ser a un festival de cine, El viento nos llevará y El mal. Son obras opuestas estilísticamente, pero coincidentes en el alto riesgo que afrontan. Son cine contra la corriente, comprometido con la busca de identidad entre poesía y verdad, que contrasta con las dulces facilidades del caramelo Música del corazón, donde Meryl Streep da una nueva lección de talento melodramático.

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Abbas Kiarostami, austero y exquisito poeta de la imagen, da forma en El viento nos llevará al modelo más libre y mejor elaborado de composición cinematográfica que persigue sistemáticamente desde hace décadas. Ha contado en esta ocasión, a través del productor Marin Karmitz, con una holgada financiación europea, y esto le ha permitido dar a su película un acabamiento muy brillante, sin salirse de los bajos presupuestos inherentes a su ascética forma de filmar y componer lo filmado. El resultado es un admirable poema, un radical ejercicio de cine-lenguaje, completamente antinarrativo, sin percha argumental, cuyos ritmos interiores, sus músicas deducidas de los sonidos de la realidad y de la ritualización, realmente prodigiosa, de la secuencia, alcanzan no sólo la maestría, sino el virtuosismo.

Es una obra de gran vuelo metafórico, de la que deben huir quienes busquen en una pantalla lo que llamamos argumento, trama, intriga o acción. Nada de esto hay en El viento nos llevará. La anécdota es casi inexistente: el viaje de un reportero de la televisión de Teherán a una remota aldea de las montañas del norte de Irán, en lo más abrupto del territorio kurdo, para allí elegir encuadres, paisajes y rostros, en un trabajo de desbroce preparatorio de la grabación de un reportaje sobre la vida cotidiana en el Kurdistán.

Nada más que esto hay en El viento nos llevará: naturaleza, rostros naturales, palabras espontáneas, no fingidas, no interpretadas, cuya fluencia ante la cámara llena de generosidad de Kiarostami va poco a poco desvelando que por debajo de la inmediatez documental asoman pudorosamente las cuestiones mayores, irrenunciables e imperecederas, de la vida de la gente en cualquier lugar o tiempo. Un puro poema de deslumbrante audacia visual y estructural, que lleva bien visible el sello de la elocuencia de uno de los más refinados, profundos y elegantes cineastas modernos. Ya que Kiarostami es dueño de la Palma de Oro de Cannes, que ganó con El sabor de las cerezas, puede el próximo sábado hacerse también dueño del León de Oro, el otro gran premio del cine europeo, si no se opone a ello cualquiera de los frecuentes cortocircuitos de intereses que conducen al disparate las decisiones de los jurados festivaleros.

Y esto puede aplicarse también a El mal, un filme sorprendente por su casi insostenible intensidad y su tumultuosa dureza. Su escritor y director, Alberto Seixas Santos, es un completo desconocido fuera de Portugal, donde en los cenáculos de la cinefilia se le considera una especie de genio escondido del oficio cinematográfico. Ciertamente, Seixas Santos tiene mucho de artista escondido -hace cine con cuentagotas desde hace casi 40 años y siempre de espaldas al comercio de películas-, y sin duda su pulso posee un vigor excepcional, en la medida que El mal tiene mucho de relato instalado en el filo de lo insostenible, y, sin embargo, Alberto Seixas Santos lo sostiene con una seguridad de trazo magistral, insuperable. Y también paradójica, porque bordea el exceso con un alarde de sentido de la mesura y construye una pantalla convulsa y explosiva, en estado febril de crispación, con la serenidad de quien mueve las piezas de una exhibición de armonía e ingenio geométrico. Incontables hilos de tres décadas de la vida en Lisboa se entrelazan en una hora y media de la que no se escapa ni una sola hilacha. Cine grave, difícil de ver, pero indispensable.

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