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Prodi y la derecha del Europarlamento encuentran un espacio de convivencia

Xavier Vidal-Folch

La tensión ha durado sólo 24 horas. Un pacto de débiles se fraguó ayer cuando la derecha del Parlamento Europeo y el presidente designado de la Comisión, el italiano Romano Prodi, enterraron el hacha de guerra. El líder del Partido Popular Europeo (PPE), Hans Gert Pöttering, renunció a exigir que el Ejecutivo comunitario pase un doble examen de investidura, ahora y en enero, aunque exigió duras condiciones a Prodi. Éste aparcó su amenaza de dimisión y se mostró ansioso por negociar.

El drama ha devenido sainete. Pöttering amaneció ayer retirando su idea de pasar a la Comisión de Prodi por una doble horca caudina. Se vio aislado. El líder socialista, Enrique Barón, dejó claro que Prodi debe "pasar sólo una investidura", por los cuatro meses que faltan para cubrir el mandato de Jacques Santer y los cinco años siguientes. Muchos populares -como los españoles- se opusieron a nuevas frondas contra el Ejecutivo. Y la amenaza de dimisión de Prodi, aunque excesiva, le cortó las alas.Pöttering disimuló condicionando el voto a la investidura a varias exigencias. Una, tontaina: que cuando un parlamentario discuta con un funcionario sea éste quien acuda a su despacho. Otra, evidente, un mayor papel de la Cámara en la reforma del Tratado de Amsterdam; y la principal, excesiva, que la Comisión comparta su iniciativa legislativa, el baluarte de esta institución. "Este es un camino que estamos más que deseosos de explorar", repondió un ansioso Prodi, sellando la reconciliación. A cambio del fuero de una sola votación -que salva su dignidad- Prodi se apresta a negociar el huevo de nuevas concesiones.

Por ensalmo, la bonanza se cernió sobre los exámenes a los comisarios. Si el PPE había castigado al belga Phillippe Busquin por la corrupción belga, se avino a no suspenderlo. El presidente de la comisión examinadora, el español Carlos Westendorp, logró enviarle al limbo: dictaminó la imposibilidad de calificarle, dado que "muchos dudan de sus capacidades y muchos otros consideran que sería un comisario competente".

El desarme llegó también a la audiencia que se preveía más polémica, la del francés Pascal Lamy, el Fouché de Jacques Delors. Pese a las invectivas que le lanzó André Middelhoek, el presidente del Grupo de Sabios más bobo de la historia, su comparecencia fue una balsa de aceite en loor al liberalismo comercial. Peor fue el dictamen sobre el socialista finlandés Erkki Liikanen, a quien se le pusieron "graves reservas" por su gestión del presupuesto, comparables a las que suscitó la capacidad de Loyola de Palacio para controlar el manejo de fondos por sus colaboradores. Sus críticas a los socialistas en TVE, calificadas por éstos de "fuera de lugar en una persona que se debe a un cargo institucional", provocaron que el PSE exigiera a Prodi que De Palacio pida excusas.

Como se preveía, el español Pedro Solbes salió bien librado. Recibe reservas minúsculas, como la de "cierta vaguedad" en su voluntad de cooperar con la cámara. Hasta ahora sólo otro aspirante ha demostrado tanto aplomo como Solbes, y le ha superado en brillantez e ironía, el conservador británico Chris Patten. La cámara babeó ayer ante el cosmopolitismo del exgobernador de Hong-Kong, quien defendió la necesidad de una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y se deshizo en elogios al Señor PESC y en promesas de colaborar con él: "Es un honor para mí que se me pida trabajar con Javier Solana".

[En la misma sesión, la comisaria designada para Medio Ambiente, Margot Wallstrom, clamó para que se apruebe una legislación que responsabilice a las empresas por el daño ecológico que puedan causar sus productos, informa Reuters.]

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