Apuros para la prensa en Marruecos
El semanario 'Le Journal' no encuentra imprenta en el país por su atrevimiento político
ENVIADA ESPECIAL¿Qué hacer cuando ninguna imprenta del país acepta tirar un periódico? Irse fuera. Eso es lo que pensaron los editores de Le Journal, el semanario que desde 1997 aguijonea el somnoliento panorama de la prensa marroquí, cuando hace unos meses se encontraron con la negativa de sus impresores a seguir sacándolo a la calle. Pero su impresión en París y el traslado por vía aérea encarecen los gastos un 45%.
"Sólo hay dos imprentas en Marruecos que puedan imprimir un periódico como el nuestro: la del gubernamental Le Matin y la de L"Économiste", explica el director general de Le Journal, Alí Amar. "Empezamos trabajando con el primero, pero cuando L"Économiste compró su propia imprenta, nos pareció que era más coherente con nuestra línea que nos trasladáramos a una empresa privada. Además, ofrecieron muy buenas condiciones económicas".
El problema se planteó de súbito. "Fue literalmente de la noche a la mañana. Entregamos los negativos una noche, y al día siguiente nos encontramos con que no nos hacían el trabajo", relata Amar, para quien los motivos económicos aducidos escondían otros de competencia (L"Économiste era entonces también semanario). Volvieron a las rotativas de Le Matin, pero tres semanas después se enfrentaban a la misma situación. Ellos no lo dicen, pero hay quien ve detrás la mano del ministro del Interior, el omnipresente Driss Basri.
"Hemos defendido una cierta inocencia política porque lo que más frena a los periodistas marroquíes es la autocensura", explica. "La Constitución nos prohíbe criticar la figura del rey, la unidad de la nación y la religión del Estado. En todo lo demás somos una democracia. De acuerdo. Nos lo creemos, y entonces podemos hablar de todo", resume como eje central de la filosofía que mueve a editores y redactores.
Y así fueron el primer periódico marroquí en publicar una entrevista con Malika Ufkir, la hija del general represaliado por HassanII. "Hasta entonces, cada vez que un periódico extranjero incluía una información similar, no podía ser distribuido en Marruecos", manifiesta Amar. Otra primera página que causó gran revuelo fue la que pedía la dimisión de Basri a raíz de la formación del llamado Gobierno de alternancia. O, más recientemente, la entrevista con Benjamín Netanyahu.
Anuncios y ventas son los únicos ingresos del semanario, que, a diferencia de lo que es habitual en Marruecos, no recibe ninguna ayuda estatal o de un partido político. "Es toda una aventura", admite Muna Lahrech, que, con 22 años, es la redactora más joven. "La media ronda los 30", precisa. "Nuestro redactor jefe es un viejo de 39", bromea Amar, consciente de que su equipo refleja el sentir de una nueva generación que trabaja para que Marruecos alcance por fin la democracia.
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