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CIENCIA

La historia está escrita en un virus

El ADN de un microorganismo alojado en el riñón humano aporta datos sobre las grandes migraciones del planeta

Gabriela Cañas

Cientos de años antes de que Cristóbal Colón avistara tierra llegaron a América sus primeros pobladores humanos. Y lo hicieron desde Asia, por el estrecho de Bering. Eran pueblos poco relacionados con los europeos y los africanos del oeste; de ahí que los indios nativos americanos de hoy tengan más relación con un ciudadano moderno de Tokio que con un compatriota blanco. Las diferencias genéticas entre un pueblo y su vecino no es un rasgo exclusivo de América. En España, muchos estudios han demostrado que el origen de los vascos (y su lengua) quizá es distinto que el de sus vecinos los cántabros.Estos datos no son nuevos. La novedad reside en la forma en que los científicos están corroborándolos: a través del estudio genético de un virus que porta prácticamente toda la humanidad, alojado en los riñones, y que se aisló por vez primera en 1971.

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El virus se llama JC y raramente se convierte en un agente patógeno. Es de fácil acceso, pues la mayoría de las veces se extrae de la orina, y su ADN es muy resistente a las mutaciones y combinaciones. Un equipo científico de Bethesda (Maryland, en Estados Unidos) lleva años estudiándolo. Al principio lo hizo con fines sanitarios, pero enseguida comprendió que las variaciones del JC están asociadas a determinadas regiones geográficas del planeta y que, por tanto, sus aportaciones al estudio de la evolución humana y sus movimientos migratorios pueden ser trascedentales.

De Asia a las praderas

De tales investigaciones se desprende que los indios navajos (primos de los apaches) y los indios Flathead (cabezas planas) portan el mismo tipo de virus que los modernos asiáticos. El equipo acaba de descubrir que aquellos primeros asiáticos que llegaron a América no procedían directamente de la isla polinesia de Guam, como se creía, pues el virus de los aborígenes de dicha isla, los Chamorro, no es tan parecido al de los navajos y los cabezas planas. La relación directa se establece más bien con los asiáticos del noreste. Se ha comprobado también que la mayoría de los norteamericanos cuyos ancestros son europeos comparten el mismo tipo de virus, hallado comúnmente en Europa, de la misma manera que los afroamericanos portan el mismo tipo de virus que los africanos modernos.Para Gerald L. Stoner, desviar sus estudios hacia este asunto fue casi natural. "Estados Unidos es un país multiétnico y es lógico tenerlo en cuenta en cualquier investigación", explica en conversación telefónica a EL PAÍS. Stoner es jefe de la sección de Neurotoxicología de los Institutos Nacionales de la Salud de EEUU, en Bethesda, y miembro del equipo que ha publicado ya una docena de trabajos sobre el virus JC y su relación con las grandes migraciones humanas.

El equipo de Stoner ha clasificado ya siete tipos distintos de virus y numerosos subtipos, si bien aclara que es probable que se encuentren nuevos tipos en el próximo futuro en la medida en que se analicen los virus que portan sociedades aisladas.

El estudio del ADN del virus PC aporta varias ventajas sobre el estudio del ADN humano: es más fácil de manejar al ser circular y más sencillo y su evolución es mucho más rápida que la del genoma humano, si bien sus mutaciones son más lentas que las que registran otros virus, como el de la gripe. Estas características, unidas al hecho de que la transmisión suele ser hereditaria y afecta igual a hombres y mujeres, lo convierte en idóneo para usarse como marcador de las migraciones porque un grupo étnico tiende a portar un solo tipo de virus JC, el cual registra las mutaciones ocurridas en milenios.

La nueva línea de investigación de la que el equipo de Stoner es pionera está abierta. Ahora falta perseverar y hallar colaboraciones externas, como la de un equipo japonés, cuyos análisis del virus JC comparte con los que se realizan en Bethesda. Para los antropólogos, el estudio del virus JC es una feliz aportación de la biología molecular que viene a añadirse a otra que ya ha dado importantes frutos: el estudio del ADN humano. El material genético extraído de las momias egipcias -estudio publicado en Nature hace ya 15 años- fue un hito que aportó abundante información. Hace sólo dos años, el pionero en esta materia, Svante Paabo, consiguió leer una secuencia de ADN de un hombre de Neandertal.

Es la marca genética la que ha permitido establecer que el hombre moderno, el llamado Homo sapiens sapiens tiene su origen en África -como los anteriores homínidos- hace unos 120.000 años y que de ahí se expandió por Europa y Asia en la primera gran migración humana. Nuestros ancestros convivieron, sin mezclarse, con los neardentales, que se extinguieron por causas desconocidas hace 30.000 años. El yacimiento de Atapuerca ha arrojado mucha luz sobre el origen de nuestra especie. El director del yacimiento, Juan Luis Arsuaga, ha explicado que la superioridad del hombre actual sobre el neandertal, más corpulento, se debió probablemente a que el primero "invirtió más energía en el cerebro que en los músculos y apostó más por la fortaleza del grupo que por la del individuo".

Ese hombre moderno fue el que, desde Asia, cruzó el estrecho de Bering, hace unos 15.000 años, y se asentó en América. No sabía que sus riñones portaban un virus casi siempre benigno que delataría su procedencia.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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