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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apertura de rey

El primer movimiento de Mohamed VI en el día de su entronización como rey de Marruecos ha marcado una dirección que tendrá ahora que seguir con medidas concretas: la de avanzar en la transición que iniciara su padre, Hassan II, hacia un sistema democrático. Está por ver si logra sus propósitos. Pero tras una amplia medida de gracia a los presos, la manifestación de su "apego" a "la monarquía constitucional, al multipartidismo, al liberalismo económico, a la política de regionalización y descentralización, a la edificación del Estado de derecho, a la salvaguardia de los derechos humanos y de los derechos individuales y colectivos (..)", constituye, o debería hacerlo, mucho más que una declaración de intenciones: se trata de todo un programa de reformas. Mohamed VI se sitúa a sí mismo como "consejero" y en su caso "árbitro". Es el papel que corresponde a un rey en una monarquía moderna. Resulta significativo que el nuevo rey apueste abiertamente -es el único político cuyo nombre mencionó en su discurso- por el primer ministro de la alternancia, el socialista de 75 años Abderramán Yussufi. Queda por ver si ahora éste podrá ejercer sus funciones con plena capacidad para elegir y nombrar a sus ministros en todos los ámbitos, incluidos Interior y Asuntos Exteriores, dominios reservados del anterior jefe del Estado. Sólo entonces se verá que la alternancia, ocurrida meses antes de la muerte de Hassan II, lleva a un cambio en profundidad en el sistema de poder, aún feudal, en Marruecos. Junto a la voluntad de forjar nuevas y buenas relaciones en el Magreb, incluyendo la celebración del referéndum sobre el Sáhara, tiene también un gran valor el que el nuevo rey, contrariamente a su padre, que desatendió estos aspectos, haya expresado su simpatía por los más necesitados y proclamado su voluntad de emprender mejoras sociales, a comenzar por la educación. A ésta dedicó una parte importante de su alocución a un pueblo entre cuya población adulta hay un 55% de analfabetos, algo de lo que los dirigentes marroquíes deberían avergonzarse. A Mohamed VI le corresponde la difícil labor de impulsar, facilitar y arbitrar al menos dos transiciones a la vez: una socioeconómica y otra política.

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