"Querían taparme la boca"
"Siempre me sentí un disidente", asegura Vladivostok Grigori Paskó, recién salido de la cárcel, en una conversación telefónica con EL PAÍS. "En tiempos soviéticos, cuando estudiaba en un instituto politécnico, mis profesores me reñían en público por mis versos y me pedían que cambiase mis convicciones, pero yo no les hacía caso". Este capitán de fragata, periodista y ecologista de 37 años, que ha librado, casi con éxito, una batalla contra el todopoderoso Servicio Federal de Seguridad (FSB), heredero del KGB de la URSS, no se conforma con el hueso de una condena menor que le permite estar en libertad gracias a una amnistía: quiere la absolución. "Soy inocente y me defenderé hasta el final". Pero sabe muy bien que "nunca, nunca" habría salido tan bien parado de no convertirle Amnistía Internacional en preso de conciencia y de no haber contado con el apoyo de otras organizaciones defensoras de los derechos humanos. Paskó cree que el FSB fijó sus ojos en él porque le estaba fallando en San Petersburgo su ofensiva judicial contra otro oficial, Alexandr Nikitin, y porque necesitaba montar un juicio ejemplarizante. "Yo les resultaba perfecto", dice. "Tenía contactos con extranjeros, me había negado a colaborar con ellos y tenía acceso a información que no querían que se divulgase. Querían taparme la boca".
"Todo fue inventado", añade. "Hay mucha información que los militares consideran secreta, pero que es de interés público. Ellos siempre reclaman dinero, pero no dicen para qué lo quieren con el argumento de que se trata de un secreto. Es un enfoque estúpido, pero militar".
Ese enfoque ha dado a Paskó una notoriedad que, seguramente, le habría gustado ahorrarse, porque el precio ha sido muy alto: más de año y medio entre rejas. "Lo peor", recuerda, "fueron los primeros tres o cuatro meses. Compartía celda con presos comunes, y mi camastro estaba junto a una ventana sin cristales. Afuera llegó a hacer 40 grados bajo cero. Me puse enfermo y un día, después del interrogatorio cotidiano, me desmayé y caí por la escalera. Al principio, los guardianes me trataban como a un animal. Sólo cuando comprendieron que podía salir con bien del proceso empezaron a tener detalles". Entre rejas comprendió mejor el sentido auténtico de la libertad, se dio cuenta, a través de su mujer, de la importancia de mantener la fe en que su causa era justa, y encontró, a través de Internet (se puede buscar en www.polit.ru), una vía de escape para sus más negros pensamientos. "Si volviera a estar en la misma situación", afirma, "actuaría igual".
Paskó está convencido de que los submarinos nucleares obsoletos suponen un grave peligro. "En todos hay materiales radiactivos", señala, "incluso en los que no se utilizan, y a veces se violan todas las normas de almacenamiento. Lo sabe la gente que trabaja en los depósitos y los sumergibles, y envían constantemente la información a sus superiores. Pero allí tienen muchos otros problemas, como el de Sebastopol , y el de los desechos radiactivos siempre queda en último lugar. Así fue siempre, y así seguirá siendo". En su opinión, "hay que salvar el planeta, el medio ambiente, antes que la religión o las naciones".
Hay algo que, en su opinión, distingue de otros los datos de vertidos radiactivos ilegales que él divulgó: "Todo lo que describí lo investigué o lo vi con mis propios ojos". Con la misma seguridad, afirma que la flota del Pacífico ya no continúa con esas prácticas que, según él, se efectuaron hasta 1994.
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