_
_
_
_

Final deslucido

Un calor considerable hizo en la primera novillada nocturna que el viernes se celebró en Las Ventas. En un festejo que empezó de manera interesante, pero que se fue desinflando y poco a poco perdió color y terminó harto deslucido. En fin, los abanicos aleteaban frenéticos y las meriendas-cenas pronto hicieron su aparición en escena tan apropiada. Noche, calor, bebidas refrescantes y una novillada en busca de nuevos valores.La presentación de los novillos fue muy desigual, en cuanto a hechuras, y su comportamiento, aunque algunos embistieron un tanto, no fue encastado, sobre todo en el caballo, en donde hubo algún tercido lamentable, a cargo de los picadores, como en el segundo y sexto de la noche. Un mapa de picotazos en la piel de los novillos víctimas.

Sorando / Coelho, Robleño, El Fandi

Dos novillos de Román Sorando, 1º y 5º; cuatro de Hermanos Sorando y un sobrero de Alejandro Vázquez, que hizo quinto; desigualmente presentados, flojos, de juego irregular, varios deslucidos. Mario Coelho: ovación y silencio. Fernando Robleño, nuevo en esta plaza: aviso y oreja; aviso y ovación. El Fandi: silencio y silencio. Las Ventas, 16 de julio (noche), media entrada. Final deslucido

Fernando Robleño, que se llevó el mejor lote, fue quien demostró mejores maneras y más acierto a la hora de manejar los engaños. Recibió a su primero con una larga cambiada casi en los medios, y luego toreó por verónicas con cierto aroma y buen juego de brazos. En el turno de muleta sufrió un pitonazo sin consecuencias en los primeros pases de tanteo. Su faena transcurrió toda sobre la mano derecha, muletazos de mano baja en donde codilleó un tanto.Los pases de pecho le salieron largos y templados.

Tanda de naturales

Robleño, en su segundo, volvió a manejar el capote con buen aire y enjundia. En el último tercio no terminó de acoplarse al sobrero de Alejandro Vázquez. Pero consiguió una tanda, única, de naturales ayudados, y un cambio por delante, ligado al pase de pecho, que celebró el respetable. Le faltó algo de medida a sus trasteos muleteriles.Mario Coelho recibió de hinojos en chiqueros a su primero, un muy flojo novillo al que apenas pudo pasar de muleta, que utilizó con pulcritud y aceptables maneras. Su segundo no humillaba y se quedaba corto por los dos pitones, y la faena de muleta no tomó nunca rumbo. Estuvo fácil con los rehiletes y puso algún par de banderillas espléndido, pero abusó de recortes y pasadas en falso.

El Fandi, que, como Coelho, intercambió banderillas en su respectivo primer burel con su compañero, se mostró capaz y espectacular a la hora de clavar banderillas en el morrillo del astado. Y arrojado al saludar tres veces seguidas, junto a chiqueros, rodillas en tierra, a su primer novillo. Variado en quites, por chicuelinas o faroles invertidos. Y valentón y dispuesto en el momento de plantarle cara, muleta en mano, a su primero, que se defendió en ese último tercio. Al incierto y parado sexto se lo quitó de en medio tras un breve macheteo y pases de castigo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_