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Crítica:BLUES - B. B. KING
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Adoptado queda

En la rueda de prensa preliminar al concierto se le entregó una placa para celebrar la venta de 250.000 ejemplares de sus discos editados por su actual compañía discográfica.B. B. King, de 73 años, lo agradeció reiterando que, si los españoles le adoptan, él no tiene ningún problema en quedarse en España. Tanto ama este país, así como su cariño se ve correspondido por un nutrido grupo de fieles que ven en él la estampa legendaria de un blues que siempre es promesa de música auténtica.

Entre tanto cariño y tanta euforia, el maestro ofreció un tremendo concierto en el que se elejó de modo notable de la pátina del estilo casino con el que ha revestido sus muchísimas canciones.

Hubo muchísimo swing, sabor a jazz reconcentrado y unas improvisaciones de las que quitan el hipo. Salió el supergrupo que le acompañaba tocando a toda mecha para preparar el terreno al genio y éste, en lugar de cambiar el tercio a lo pausado, se entregó por el contrario a un vibrante Let the good times roll que obligó a los numerosos pares de pies a iniciar un vaivén sensual y gozoso. Para el siguiente tema, Why I sing the blues, se sentó en una silla que ya no había de abandonar durante toda la velada y desde la que se animó a echar más de un bailecito.

Continuó con I survive, tocada también en clave rápida y en la que pudo exhibirse el bajista, único miembro blanco de la banda, pero cuyo feeling y habilidades instrumentales no tuvieron nada que envidiar a las de sus compañeros. Del ritmo rápido, King retornó a la cadencia clásica de los blues lentos y a medio tiempo con una emocionante tanda de clásicos en la que la pirotecnia de su guitarra produjo los mejores dibujos musicales de la noche: Bad case of love, Darling, you know I love yo; Pay the cost to be boss, All over again, Thrill is gone y Since I need you baby.

En la obligada traca final, el baile volvió a apoderarse de los presentes con una ligera versión de Whole lot of love, entre cuyas notas el intérprete supo camuflar el archiconocido fraseo de When the saints go marching in.

Era la antesala de un final en el que sonaron Please accept my love y un magnífico broche de oro, como fue Rock me baby. Fue un gran concierto de una leyenda viva a la que seguro que los españoles adoptan sin ponerle ninguna pega.

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