La varita del demonio
LUIS DANIEL IZPIZUA El demonio se nos ha convertido en hada. Y está feliz. Véanlo, con su vestido blanco, su varita, su capirote, y con su morrazo de cabrón pintarrajeado de rosa pálido que es un primor. Al fin y al cabo, sabe que las hadas son hijas suyas, fruto de un estornudo provocado por una corriente que le pilló allá cuando Josué detuvo la marcha del sol. Estornudó, y el lago Baikal, que estaba a su buena distancia, se llenó de hadas. Todas malas, según él: las malas, por serlo, y las buenas, por ir en contra de su papá. Pero lo que son las cosas, y los años, ha visto tan devaluada la demonización, que ha pensado que para eso le bastaba con ir de hada en lugar de llevar aquella pinta que solía, todo lleno de cagajones con mil años de antigüedad. Se raspó bien, se embadurnó de Trussardi, le dejó un cheque a John Galliano, y se dijo: "Ya que así lo queréis, seré la más bella". Pero lo cierto es que la primera vez que percibió que demonizar se había convertido en cualquier cosa se llevó un berrinche. Ahora, sin embargo, anda entusiasmado, convencido de que nunca antes había tenido tanta influencia. Le basta con sentarse en una cafetería, con su trajecito Lagerfeld y su bolso-varita Moschino, y esperar a que caiga el primer pardillo. Ahí lo tiene, sentado en la mesa de al lado sin saber cómo empezar: estira las piernas, recoge una, mira al frente como si alguna aparición lo hubiera vuelto ciego, la mira ahora a ella, se concentra cabizbajo, se endereza en su asiento y ¡zas!: "Estará usted de acuerdo en que no debiera estar permitido pescar cefalópodos con red, ¿no es cierto?" Y ella, haciéndose la sorprendida ante una consideración tan audaz, le dice: "¿Qué razones le llevan a pensarlo; podría explicármelas si no le importa?" ¡Cielos, Satán revive!, y el ligón, con aspecto de sapo perseguido por Astaroth un sábado en Sodoma, protesta: "¿Acaso no tengo derecho a pensarlo?; me está usted demonizando". Ella sonríe, sin perder el tiempo en mayores explicaciones, y se limita a decir: "Oh, perdone usted, pero en un lapsus he confundido a los cefalópodos con los caracoles; al fin y al cabo, todos tenemos cuernos, ¿no cree?" Ayer mismo, sin ir más lejos, se topó con otra demonización mientras desayunaba. Ella, que está ya ahíta de política, y ansiosa por que empiecen los festivales para lucir el palmito, abrió el periódico y se encontró con un artículo que le olió a chamusquina. El articulista, vasco and nacionalista, parecía San Jorge protestando porque el dragón le hubiera soltado un eructo. Evidentemente, no había derecho a que tan galana figura sufriera tamaño desprecio, de modo que convocó a Jack Spaniard, el torero del averno, para que le diera una explicación de aquello. Jack -le dijo- deja de sobarme como si fuera una vaca y cuéntame qué le habéis hecho a este santo varón que se afirma democrático, integrador, firme, moderno, tolerante, positivo, abierto, progresista and ceterae angelicae partes, para que asegure estar demonizado. ¿Como demonios puede ser eso un demonio? ¿Le habéis puesto vísceras, pegado, amenazado, insultado, colocado carteles, pancartas, llamado asesino, organizado comitivas de sulfúreo pandemonium y suma y sigue? No, Satán, o Marlene, o como te llames ahora -le respondió Jack- y deja de hacerme tantas preguntas y házselas al artículo que acabas de leer a ver si te da alguna respuesta. Ninguna, ¿verdad? Seguro que sigues sin saber lo que es el ámbito de decisión, ni la soberanía, ni ser dueño de su propio destino. Pues bien, intenta desvelar ese misterio, y si tras la media explicación pones alguna objeción y dices, por ejemplo, que todo ese galimatías te parece dudosamente democrático, te sueltan lo de la demonización y te reprochan que lo que te cuelga son una castañuelas con banderina española roja o azul. Si te fijas en ese artículo, te darás cuenta de que si quitas de él las palabras pueblo o nación, el resto de las palabras se escapan corriendo porque ya no quieren decir nada. ¿Y no crees que esas dos palabras son de índole más divina que demoniaca? ¿Puede ser un demonio alguien que contrapone mestizaje y diversidad originaria? ¿Es un problema de los chinos diferenciarse de los ingleses, o su problema es que los obliguen a todos a ser chinos de la misma manera? ¿No es eso la diversidad originaria? La última treta de los celestes consiste en hacerse pasar por demonios para dejarnos sin trabajo. Aunque me queda el consuelo de pensar que quizá sólo sean el becerro de oro, y que los verdaderos celestes... Anda, Satán, guapa, invítame a un benedictine.
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