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Bares

DE PASADANo es ninguna novedad que la mayor parte de las cuestiones importantes que se cuecen en España se resuelven al abrigo de la barra de un bar. En la cafetería Galaxia se fraguó el golpe de Estado del 23-F; la bodeguilla de Felipe González alcanzó una fama que raya en la leyenda; por no hablar de las míticas tertulias literarias del Madrid de principios de siglo o de las Casas del Pueblo en las que muchos españoles, hoy ancianos o fallecidos, escribieron sus primeras letras. Como no podía ser de otra manera, los bares y tabernas de Córdoba están aprendiendo una barbaridad de política municipal: de legitimidad de pactos y de apoyos a las listas más votadas. Es la conversación de moda. Para pulsar la tan comentada crispación lo que hay que hacer es preguntarle al camarero. Está claro. Y entre los camareros cordobeses, uno destaca por su experiencia en política y por lo distinguido de su parroquía: Francisco Rodríguez Martínez, responsable de la terraza del Tendillas 2 y primer secretario provincial del PSOE en la provincia de Córdoba tras la dictadura de Franco. A Francisco no se le escapa una. Entre lo que oye y lo que le cuentan, está al tanto de todo. Y si uno quiere enterarse de algo, lo mejor es sentarse en su terraza. Sus veladores han dado asiento al hasta ahora alcalde, Rafael Merino; al cabeza de lista del PSOE, José Mellado; o a la de IU, Rosa Aguilar; amistades de las que presume Rodríguez. Valga como prueba de lo animado del local la mañana del pasado martes. Tras anunciar Mellado su apoyo a que la número dos de su lista, Carmen Montes, le sustituya en la presidencia de la Diputación, apartando así del camino al alcalde de Palma del Río, Salvador Blanco, que coqueteaba con esta posibilidad, adivinen quién pasaba por la terraza. En efecto, el mismo Blanco dio a los periodistas la réplica a las palabras de Mellado tomando un refresco en uno de los veladores. Por si fuera poco, una vez despedido el alcalde de Palma, apareció la alcaldesa de Fernán Nuñez, Isabel Niñoles, a la que se le puso rápidamente al tanto de la apuesta de Mellado porque la presidencia de la Diputación la ocupase una mujer. Alegría y sonrisas ante la noticia. Lástima que luego se le aclarara que Mellado había citado como condición que la fémina no fuera alcaldesa, y que, para colmo, ya hubiera puesto nombre al cargo. Por si acaso, Niñoles enfiló sus pasos, eso sí entre risas, hacia la Diputación. ANTONIO FERNÁNDEZ

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