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Editorial:
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Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lejos de la realidad

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El presidente del Gobierno despachó la catastrófica situación del tráfico aéreo, en el debate del Congreso, con una apelación de pasada a las "medidas de responsabilidad por parte de todos los colectivos implicados". Parece una broma, pero así fue. Importa poco que el caos en los aeropuertos sea motivo de inquietud permanente para los empresarios turísticos, de martirio refinado para los viajeros y de fuente de numerosas destituciones en el Ministerio de Fomento, que, porque así lo ha querido el presidente, no se han extendido todavía al ministro del ramo, Arias Salgado. En el debate parlamentario, Aznar zanjó el escandaloso deterioro del tráfico aéreo con una frase casi casual, que, además, siguiendo una práctica habitual en su modo de gobernar, difumina las responsabilidades de forma que tan culpables del caos parecen los viajeros como el ministro del ramo, los pilotos o los controladores. Donde todos son responsables, nadie lo es en realidad. La insensibilidad de Aznar hacia este problema, cotidiano pero no menor, fue inoportuna. Horas antes del debate se habían reproducido en varios aeropuertos amenazas de colapso total en el tráfico. En el aeródromo mallorquín de Son Sant Juan, unos 6.000 pasajeros sufrieron demoras de hasta cinco horas en la madrugada del lunes; y en Barajas el índice de puntualidad cayó en picado, debido a "regulaciones en el espacio aéreo europeo". En realidad, era una consecuencia de otra huelga de celo de los controladores para presionar en favor de sus negociaciones con AENA, que afortunadamente concluyeron ayer en un acuerdo sobre horarios y periodo de vacaciones que permitirá -esperemos- normalizar el trabajo de los controladores.

El caos aéreo no es "responsabilidad de todos". Es, en primer lugar, el resultado de la incapacidad de los gestores públicos para enfrentarse con éxito a la organización de un tráfico cada vez más complejo y de su inhibición para frenar el chantaje de algunos grupos de presión en permanente estado de reivindicación. Hay que esperar que los últimos acuerdos sean duraderos y no, como hasta ahora, treguas momentáneas.

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