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Antoni Marí evoca el desierto como espacio de la poesía

Un filósofo, José Luis Pardo, y una novelista, Soledad Puértolas, fueron los presentadores del último libro poético del mallorquín Antoni Marí, escrito originalmente en catalán y que con el título de El desierto ha publicado recientemente en edición bilingüe la editorial Península. Otro poeta, Vicente Valero, se ha encargado de verter al castellano este largo poema de poemas en que el desierto es el espacio en donde, según Marí, puede darse la poesía. El desierto tiene sus límites perfectamente acotados, pero en su horizonte de arena aparecen dos libros poéticos anteriores que están, de una u otra forma, relacionados con éste: Preludio y Un viaje de invierno. Unos límites, los de El desierto, que invitan a perderse o encontrarse. "Es éste", dijo José Luis Pardo, "un poema de varios alientos" y un poema abierto a cualquier interpretación. La suya, por ejemplo, que veía el desierto de Marí como un lugar abandonado y de ahí la pregunta que se hacía de por qué volver a un lugar que ya se ha abandonado, "por qué volver y, además, si es posible volver". Entiende Pardo que el abandono no supone desocupación y ve, más bien, ese espacio como un jardín que hay que cuidar para que no sea invadido por las malas hierbas. Y ese jardín que hay que cuidar escenifica la lucha contra el tiempo, "pues abandonarlo es rendirse, dejar que avance el desierto, que es el jardín echado a perder, el reconocimiento de la derrota".

Puértolas, en su travesía por el desierto poético de Marí, se adentró en su propio desierto. "Siempre se está solo en el desierto", señaló quien a su vez había leído este libro de poemas "como una historia, como la narración de una soledad". Como lectora se ha topado en el poemario con "señales del despliegue del alma solitaria". En el desierto, dijo, "uno siente que es otro; el desierto refleja nuestro yo asustado que es capaz también de ser otro, de reivindicar la voz que duda". Y, al final, en el desierto se acaba encontrando refugio.

Y si José Luis Pardo y Soledad Puértolas pudieron reflexionar sobre lo que aquellos poemas les habían sugerido al hacerlos suyos, es porque un poeta, Vicente Valero, los había puesto en castellano.

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