El becerro de oro
Los más irreverentes de las decenas de miles de personas que ayer protestaron en Colonia pasearon en procesión alrededor de la solemne catedral gótica un becerro de oro cuyos cuernos enhiestos, uno con el símbolo del dólar, y el otro del euro, simbolizaban la codicia de los siete países más ricos del mundo, que el día anterior habían perdonado 70.000 millones de dólares de la deuda de los países más miserables, cifra insuficiente para los que abuchearon la llegada de los líderes a la reunión. Sin molestarse por la sacrílega alusión, el arzobispo de Colonia, Joachim Meisner, se unió a Bono, el cantante del grupo U2, varios miembros de su banda, y otras 35.000 personas, para formar una cadena humana de casi nueve kilómetros que serpenteó por la ciudad y encerró simbólicamente a los dirigentes que, con planeada estrategia, dieron a conocer su iniciativa el viernes por la noche, lo que les permitió ayer afrontar el griterío en la calle con cierta dignidad. Así las cosas, el anfitrión del G-7, el canciller alemán Gerhard Schröder, no tuvo empacho en recibir en un gran bolsón de papel parte de los 17 millones de firmas que la organización Jubileo 2000 recogió en todo el mundo en petición de más largueza en la condonación de la deuda, e inclusó accedió a dejarse fotografiar ante un cartel que rogaba: "Perdonad la deuda ahora".
"Lo que han hecho", se quejó el cantante de la banda británica Radiohead, Thom Yorke, "es un buen trabajo de propaganda cosmética", en referencia a las acusaciones de los favorables al perdón total de la deuda, que insisten en que la cantidad aprobada se queda en mucho menos por los maquiavélicos trucos contables que esconde.
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