La oportunidad de Río
La primera cumbre de jefes de Estado y/o Gobierno de la Unión Europea (UE), Latinoamérica y el Caribe, los próximos días 28 y 29 de este mes, es un reto para los dirigentes de uno y otro lado del Atlántico, a la luz de lo que se ha hecho durante esta década que concluye en lo que respecta a la cooperación política, económica y comercial y cultural. Se trata ahora de ampliar ese desafío, de perfeccionar y consolidar el entramado. Por nuestro propio interés como europeos y por el provecho de las naciones emergentes latinoamericanas y caribeñas. La UE y Latinoamérica pretenden constituir desde los primeros compases del nuevo milenio una relación de mayor calidad en la que los permanentes vínculos culturales queden aglutinados por una fuerte interpenetración económica y una sólida cooperación política. Acabamos de elaborar por nuestra parte un plan que asentará los cimientos de una nueva asociación estratégica, destinada a ahondar la comprensión y la colaboración recíprocas entre ambas regiones en todos los ámbitos. La UE es el segundo inversor extranjero en Latinoamérica (el primero en el grupo Mercosur), el segundo socio comercial y el mayor donante de ayuda pública no reembolsable.
Durante los pasados diez años hemos conseguido acercarnos mucho más. Las dificultades externas o los intereses particulares no deben tirar por la borda lo que ya se ha conseguido. Sería una lástima y un grave error político. Pienso que no debemos desaprovechar la oportunidad de este megaencuentro, que puede servir para dar el impulso necesario a negociaciones en curso o a fomentar ideas en común en todos los ámbitos. Y, en definitiva, sería muy frustrante que la cita se convirtiera simplemente en una "foto de familia" sin frutos concretos.
En el centro de nuestra estrategia con América Latina está el reconocimiento del papel que desempeñan los procesos de integración regional en el subcontinente como plataforma útil de gestión de las interdependencias y de negociación frente al exterior. Nuestro esquema lo hemos basado en el reconocimiento de los grupos subregionales: Centroamérica, Comunidad Andina, Mercosur y de realidades individuales como México y Chile.
Con los centroamericanos, queremos consolidar su calidad de principales beneficiarios de los recursos comunitarios, especialmente tras la tragedia del huracán Mitch. Con el espíritu de "reconstruir para transformar", la UE va a poner en marcha un plan de acción que comporta de un lado, la ejecución de un programa regional para la reconstrucción de la zona (250 millones de euros destinados a sanidad y educación durante cuatro años), y de otro medidas complementarias como el mantenimiento de la ayuda tradicional y el aligeramiento de la deuda externa. Con los andinos existe una política de corresponsabilidad en la lucha contra la droga, que se ha traducido en la realización de programas de ayuda al desarrollo alternativo y la armonización del marco jurídico institucional.
Con México, hemos entrado en la recta final de unas negociaciones que iniciamos hace siete meses y que confiamos concluyan antes de fin de año con la firma de un tratado de libre comercio y refuercen la cooperación política.
En relación con Mercosur, en 1995 se suscribió un acuerdo-marco con este grupo regional (Argentina, Brasil, Chile y Uruguay) con la mira puesta en la creación en el futuro de una zona de libre comercio con Mercosur y Chile. En julio del año pasado, la Comisión propuso al Consejo iniciar formalmente negociaciones tendentes a desarrollar una asociación interregional fundada en tres capítulos: una asociación política y de seguridad; una cooperación económica e institucional, y el establecimiento de una zona de libre comercio de bienes y servicios respetando las reglas de la OMC y teniendo en cuenta la sensibilidad de algunos productos. Es fundamental que los Quince adopten una decisión clara y pronta al respecto y que otorguen mandato para iniciar negociaciones. Si bien en el reciente Consejo Europeo de Colonia no se logró un acuerdo, tengo aún confianza de que a la cita de Río lleguemos con un mensaje preciso.
Los próximos años van a ser decisivos por la coincidencia de las grandes negociaciones comerciales: Ronda OMC ; Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que se pondrá en marcha en el 2005 bajo el impulso de EEUU; y Cooperación Económica para Asia y Pacífico (APEC), de la que forman parte México y Chile, que instaurará una zona de libre comercio para los países miembros de ese bloque en el 2010. Tal vez sea oportuno recordar que en esta triple plataforma de negociación, que abarca más del 95% del comercio mundial, EEUU estará presente en todas las mesas y sólo en una Europa, en la de la OMC. Si los Quince deciden finalmente iniciar las conversaciones con Mercosur, los primeros beneficiarios seremos a la larga los europeos.
La UE debe afianzar su alianza estratégica en lo político, económico y comercial con Latinoamérica, un socio con el que compartimos vínculos históricos y culturales. En un momento en el que la UE afronta compromisos como el plan de reconstrucción de los Balcanes y el difícil reto de la ampliación no podemos relegar a tiempos mejores el desarrollo de nuestras relaciones con América Latina. Las pequeñas fisuras de hoy pueden convertirse en brechas irreparables en un futuro no muy lejano. Si no sabemos aprovechar el espacio y las oportunidades que se nos ofrece en la cooperación con los países latinoamericanos, sin duda otros lo harán.
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