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"Lo peor sería un regreso desordenado de los refugiados"

ENVIADO ESPECIALSadako Ogata no está contenta. No es que la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) no se haya alegrado del final del conflicto. El problema es que, para ella y para su organización, "la guerra no empezó en marzo. La guerra empezó en Kosovo el pasado año". Y con más de 800.000 albanokosovares refugiados en Albania, Macedonia, Montenegro, Serbia y Bosnia, otros 82.000 repartidos en 26 países (entre ellos, 1.240 en España, que hoy recibe el último cupo) y un número de desplazados dentro de Kosovo difícil de determinar, pero en torno al medio millón, la guerra de ACNUR tiene mucha campaña por delante. "Ahora tenemos que empezar a resolver los problemas de los que están dentro y de los que están fuera", asegura, con una energía tan firme como serena, la japonesa Sadako Ogata, que cumplirá 72 años en septiembre.

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Pregunta. ¿Cuándo y cómo van a volver los refugiados? Respuesta. La prioridad es volver a Kosovo lo antes posible para poder asistir a los que se quedaron, que necesitan una enorme cantidad de ayuda. Y seguir ayudando a aquellos que están fuera de Kosovo, en Albania y Macedonia. En los próximos dos o tres meses, si todo fuera muy bien, nuestras expectativas son las siguientes: las fuerzas de la OTAN consolidan la seguridad en Kosovo; inmediatamente podemos empezar a llevar elementos para restaurar casas y refugios de emergencia, asegurándonos de que no hay minas en las rutas de regreso de los refugiados; después daremos informaciones concretas a los que están en los campos de Albania y Macedonia , información exacta de lo que está ocurriendo para que puedan tomar la decisión de ir o no, de cuándo ir, y poder hacerlo de la forma más ordenada posible. Esto es lo mejor que podría ocurrir: un regreso ordenado, especialmente para los que están en los campamentos, en los dos próximos meses.

P. ¿Y lo peor?

R. Lo peor que podría ocurrir es un regreso desordenado, con gente volviendo por su cuenta, con los desplazados dentro de Kosovo encontrándose con serbios que se vayan, con escaramuzas... Todo esto puede ocurrir.

P. ¿Y después de la primera oleada de regresos?

R. Después llegará el invierno y tendremos que ver cuántos pueden realmente volver. Aquellos que estén acogidos por familias quizá deban esperar y pasar allí el invierno, porque les sería muy duro trasladarse a lugares que pueden estar completamente destruidos. Y después, en la primavera, podrán volver muchos más.

P. ¿Se puede concretar más? ¿La mitad o más podrán volver antes del invierno? .

R. En los campos, bajo las tiendas, hay algo más de 400.000 refugiados. Lo ideal es que puedan volver lo antes posible, pero no va a ser tan fácil garantizar el alojamiento seguro para tanta gente. Un cálculo como el que usted apunta sería algo muy bueno.

P. ¿Qué es lo que más le ha impresionado de esta oleada gigantesca de refugiados?

R. Creo que la forma en la que fueron expulsados los kosovares es lo que me ha producido una impresión más fuerte. He escuchado muchos testimonios sobre cómo llegaban los soldados, disparando sus armas al aire y obligando a la gente a dejar sus casas en el plazo de una hora... Es un tipo de desplazamiento que yo no he visto en otras partes. Este desplazamiento forzoso, esta expulsión, es lo que más me ha impresionado.

P. Las circunstancias son diferentes, pero hay todavía más de un millón de desplazados de Bosnia que no han vuelto a sus hogares tres años y medio después del fin de la guerra. ¿No ocurrirá ahora algo similar?

R. Una cosa que en este caso va a resultar más fácil es que los refugiados de ahora no van a volver a un país dividido. La guerra fue muy intensa en Bosnia, y más larga, y el país quedó dividido en dos, lo cual supone que hubo muchas personas que pasaron a ser minorías en su lugar de origen. Es mucho más complicado y más desolador. Lo de Kosovo ha sido horrible, pero es un sitio pequeño del que ha huido la gente que forma la mayoría. Una vez que se garantice su seguridad, estoy convencida de que su regreso será mucho más fácil.

P. ¿Qué va a pasar con los 80.000 kosovares que están repartidos por el mundo?

R. Los que más lejos están, que se encuentran en sitios más seguros, irán volviendo también. Les preguntaremos qué quieren hacer, les tendremos informados de la situación, y así tendrán elementos para decidir. Toda esta gente ha sido forzada a salir, así que no puede ahora volver a la fuerza.

P. El acuerdo de Kumanovo prevé que en el futuro regrese un número indeterminado de soldados o policías para cubrir ciertas tareas. Tras la destrucción de documentos de identidad, de papeles que demuestran la propiedad de coches, casas y tierras, ¿no puede haber problemas con refugiados que lleguen sin nada y que haya policías serbios que planteen problemas?

R. No sé qué poder podrán tener estas fuerzas en las fronteras. En todo caso, nosotros estamos llevando adelante el registro de todos los refugiados para que no haya ninguno sin documentación en Macedonia y Albania, y ése es nuestro objetivo. Eso es muy importante.

P. En las primeras semanas del conflicto, los refugiados se utilizaron a veces como moneda de cambio, como argumento útil para todas las partes. La propia OTAN llegó a afirmar que su objetivo era cuidar de ellos.

R. La tarea de la OTAN no era la de ocuparse de los refugiados. Alguna vez lo dijeron, sí, pero fueron un poco demasiado exagerados al explicar su papel. Ellos ayudaron indirectamente -y a veces, directamente- a los refugiados en las operaciones humanitarias, levantando campos, transportando mercancías, despejando carreteras...

P. ¿Es difícil tratar con la OTAN?

R. No es fácil, desde luego, tratar con una organización militar tan grande, a no ser que la organización sepa exactamente lo que se espera de ella. Y en este caso se puede decir con mucha claridad lo que se espera de la OTAN. Creo que hay muchas cosas que puede facilitar, servicios que puede prestar, pero es una organización muy grande, muy en el centro de la atención, y de ahí vinieron las dificultades. Ahora bien, nos ayudaron mucho y les expreso mi reconocmiento por ello. Y les necesitamos para volver a Kosovo, para entrar en una zona de guerra, para encabezar la misión y establecer un marco seguro.

P. ACNUR ha recibido fuertes críticas por deficiencias en la gestión, de ineficacia...

R. Yo no creo que haya habido mala gestión. Quizá no hayamos sido lo suficientemente rápidos. Cuando se habla de mala gestión quiere decir que ha habido errores graves, que ha habido corrupción, y yo creo que no ha habido nada de eso. Creo que la dificultad fue que, para las necesidades que hubo, no fuimos capaces de satisfacerlas con la suficiente velocidad. Mucha gente no sabe que nosotros estábamos trabajando dentro de Kosovo de forma muy eficaz durante casi un año. Cuando la violencia alcanzó el nivel que alcanzó y fracasaron las negociaciones de paz y comenzó la actividad militar de la OTAN, fuimos obligados a abandonar Kosovo. Nada más irnos, cuando aún estábamos tratando de reorganizar nuestras operaciones, llegó la avalancha humana, en un número tal que nos desbordó. Yo no esperaba que fuera a ocurrir lo que ocurrió. Nadie lo esperaba. No he leído un solo texto en el que nadie hiciera una predicción en este sentido. Ni en los periódicos, ni entre los intelectuales o políticos... nadie escribió sobre esto. Nosotros estábamos preparados para atender a unas cien mil personas, no a cientos de miles.

P. Su relación con las organizaciones no gubernamentales no es fácil...

R. En muchas ocasiones necesitamos su aportación y trabajamos con ellas, pero a veces tienen sus propios objetivos y necesitan publicidad, visibilidad. La coordinación se complica. Pero les necesitamos, así que tenemos que aprender a trabajar juntos con más frecuencia.

P. Hay 22 millones de refugiados en todo el mundo. Son cinco menos que hace unos años, gracias a las grandes repatriaciones en África y en otros lugares, pero siguen siendo demasiados. ¿Será útil la crisis de Kosovo para el futuro? ¿Cree que los Gobiernos han aprendido algo?

R. No soy muy optimista. Porque sabíamos lo que estaba pasando y durante diez años no se ha hecho nada. Creo que el mundo no está progresando en cuanto a la forma de abordar y prevenir estas crisis. Es triste, pero es la realidad. Creo que hay que crear nuevas formas de enfrentarse a los problemas internos de los países. Si no, se seguirán pagando altísimos costes, como los de esta guerra. Muy altos en términos materiales y económicos, pero sobre todo altísimos en cuanto al sufrimiento humano. El dolor de los kosovares que han sido desplazados, tanto antes de la primavera como cuando empezó la actividad militar, ha sido terrible.

P. Sadako Ogata dirige un ejército -"es la plantilla de ACNUR, no un ejército", protesta- de 4.500 personas y un presupuesto aproximado de 1.000 millones de dólares al año basado en las aportaciones de los Gobiernos. ¿Qué necesitaría? ¿Más gente? ¿Más dinero?

R. Las dos cosas, pero sobre todo dinero. Necesitamos dinero en efectivo para gestionar las operaciones. ¡No se puede organizar un convoy con tarjetas de crédito! Así que dinero, sí, de todos los países. También de España sería muy bienvenido.

P. Después de ocho años al frente de ACNUR, ¿no ha sentido en ocasiones la tentación de tirar la toalla ante la imposibilidad de resolver los terribles problemas que tiene delante?

R. Es verdad que no podemos resolver los problemas, pero creo que, al menos, podemos mejorar las situaciones, cuidar mejor de la gente que tiene necesidad. Podemos hacer que los desplazados tengan algunas dificultades menos, y sólo eso ya compensa. Naturalmente que muchas veces dan ganas de pegar una patada, pero aunque lo piense, tengo que contenerme, porque, al final, ¿qué beneficio podría sacar? Al final hay que seguir trabajando.

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