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El expresidente Salinas deja México tras una polémica visita para defender sus logros

Juan Jesús Aznárez

Carlos Salinas de Gortari abandonó ayer México, prácticamente en secreto, en un vuelo privado rumbo a Dublín. Poco antes de partir declaró: "Me dan ganas de no irme, pero tengo compromisos internacionales previamente contraídos; estaré continuamente regresando para algunas actividades de tipo familiar y personal". El primer antojo del expresidente al llegar el sábado a la Ciudad de México fue comerse unos chilaquiles, anunciar a la prensa que abandona la política activa, y que el paso del tiempo y una lectura de su mandato desde la serenidad le hará justicia.

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El hermano problemático

El expresidente, a quien acompañó su esposa, Ana Paula Gerard, visitó a su padre enfermo, asistió a la graduación de su hijo Emiliano, que se licenció con sobresaliente cum laude, habló con su hermano Raúl, actualmente en prisión, y departió con amigos íntimos sobre la situación mexicana y la suya personal. Salinas se fue afirmando que, contra lo que se ha dicho, su Gobierno hizo muchas cosas buenas. Citó informes de la ONU que reconocen que durante su Administración se logró un avance en la distribución del ingreso. No trascendió que haya tenido reuniones de carácter oficial, y al ser preguntado al respecto, el secretario (ministro) de Gobernación, Diódoro Carrasco, fue esquivo. Ni confirmó ni desmintió: "México es un país de libertades, es un país de leyes, y todos los mexicanos tienen, en consecuencia, garantías para poder transitar libremente por el país".

Entrevistas y prensa

Aunque insistió en que su visita era de carácter personal, lo primero que hizo Salinas, en autoexilio en Irlanda desde hace más de cuatro años, fue conceder entrevistas a las dos principales cadenas de televisión del país, y luego una conferencia de prensa con medios nacionales y extranjeros. Salinas denunció una campaña de descrédito contra su persona de duración y gravedad sin precedentes en la historia moderna nacional, pero evitó culpar a nadie de momento. No son los tiempos. Cauteloso al extremo, anunció su retirada de la "trinchera política", del activismo en México, y esquivó decenas de preguntas de actualidad.

Pocos creen, sin embargo, que vaya a permanecer totalmente al margen del proceso electoral previo a las elecciones del 2000. El expresidente (1988-1994), entregado fundamentalmente a la limpieza de su imagen y la de su familia, regresó a México después de haberlo abandonado apresuradamente, obligado por circunstancias políticas y personales. Había salido en marzo de 1995, en una caída en desgracia sin precedentes, con su hermano Raúl acusado del asesinato del exsecretario general del oficial Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Francisco Ruiz Massieu, y de enriquecimiento ilícito, y el país casi en la bancarrota, con el peso y los ahorros de millones de ciudadanos por los suelos.

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Fue denostado en la prensa y en las tribunas políticas, e insultado y ridiculizado cruelmente en la calle. Le reprochaban haber prometido el ingreso de México en el primer mundo, su modernización y, contrariamente, dejarlo en la ruina. No pocos de quienes le juraron lealtad le volvieron la espalda. Sus relaciones con el presidente, Ernesto Zedillo, su sustituto hace cinco años, sufrieron un serio deterioro, según coinciden los analistas.

"Conforme se vaya clareando esta bruma que se ha solado por encima de lo que realmente sucedió durante mi Administración, la gente podrá hacer una evaluación más objetiva". "Mi hermano no fue correcto en las formas, y tiene que dar una explicación con total claridad del origen de esos recursos y para qué se pensaban utilizar. Pero a mi hermano le han ido sumando y sumando acusaciones coforme van perdiendo casos. Pero no ha habido una sola resolución judicial de que el origen haya sido ilícito pero, digámoslo con claridad, era familiar de quien ejercía la responsabilidad de la República".

Salinas de Gortari, mimado por Wall Street en tiempos, cuya breve estancia en México protestaron muchos de sus compatriotas en las emisoras de radio y cadenas de televisión (aunque otros pedían respeto y libertad de movimientos), reconoció errores en la apertura económica acometida por su gobierno ("fuimos pioneros"), y también admitió que es difícil creer que nada sabía sobre los manejos financieros de su hermano Raúl, quien acumuló una fortuna de 120 millones de dólares, ingresados en bancos en el exterior, durante su mandato.

"Estaba muy concentrado en los aspectos fundamentales de la vida mexicana, en lo que consideraba importante para el desarrollo", se escudó. Veinte días después de haber dejado la presidencia, el primero de diciembre de 1994, la especulación arremetió contra el peso, y el presidente entrante, Ernesto Zedillo, lo devaluó a la brava. La crisis posterior dejó sin trabajo a más de medio millón de mexicanos, y los efectos de la crisis bancaria todavía se padecen.

Las relaciones con el actual presidente no parecen haberse restablecido. Preguntado sobre si se había visto con Zedillo, a quien Salinas eligió a dedo tras el asesinato de su primera opción para sucederle, Luis Donaldo Colosio, el expresidente respondió: "No [he hablado con él]. Y nadie, por maltratado que se sienta, puede dejar de contribuir al mejor desempeño del país. Cuando al presidente le va bien, es que a México le va bien".

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