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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El PP vence, pero se debilita

La triple jornada electoral de ayer puede resumirse en las siguientes conclusiones de urgencia: el PP se afirma como primera fuerza política, pero pierde importantes resortes de poder territorial; el PSOE se recupera en todos los frentes y se coloca en disposición de disputar las próximas citas con las urnas; Izquierda Unida sufre un descalabro con la pérdida de más de la mitad de sus votos; los nacionalistas catalanes reciben un serio correctivo en los ayuntamientos en beneficio de los socialistas, y la coalición vasca PNV-EA resta en favor de la coalición radical de Euskal Herritarrok. En las elecciones europeas, la ventaja del PP sobre el PSOE se reduce de 10 a cuatro puntos, por debajo del prudente objetivo de un 5% que se había fijado el partido del Gobierno. En las municipales se produce una recuperación general de los socialistas, que con ayuda de alianzas poselectorales les permitirá recuperar algunas alcaldías de grandes ciudades, de las que fue barrido virtualmente hace cuatro años. En las elecciones autonómicas se produce un vuelco en Asturias, donde el PP ha pagado los destrozos que causó Álvarez Cascos con una mayoría absoluta socialista.

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El hundimiento de Izquierda Unida podría provocar la dimisión de Julio Anguita, según insinuó él mismo anoche. Tras la desautorización de su política, no es probable, en todo caso, que pueda volver a boicotear, como hizo hace cuatro años, en nombre de la metáfora de las dos orillas, la formación de mayorías de izquierda. En buena medida, una de las claves de lo sucedido ayer es la recomposición a favor del PSOE de la relación entre las dos fuerzas de izquierda: en las europeas de hace cinco años, la relación era casi de uno a dos (13,5% frente a 30%); ahora, el PSOE tiene casi seis veces más votos que el partido de Anguita. Las equivocaciones políticas de IU han forzado una situación de bipartidismo imperfecto.

A partir de ahora, el poder municipal y autonómico estará más repartido. Salvo el caso ya apuntado de Asturias, los socialistas obtienen su resultado más favorable en Cataluña: consiguen mayoría absoluta en Lleida y Girona, y la rozan en Barcelona a costa de CiU y el PP. Fue el candidato nacionalista a la alcaldía de Barcelona, Joaquim Molins, el primero en reconocerlo. Ese resultado -más el hecho de que en Cataluña los socialistas han sacado a CiU seis puntos en las elecciones europeas- adquiere particular relevancia a cuatro meses de las elecciones autonómicas. Habrá que seguir con mucha atención, a partir de ahora, las relaciones de Pujol con un PP que en Cataluña no toca bola, con o sin Piqué.

En Madrid, tras una noche de infarto, el PP logró revalidar la mayoría absoluta tanto en la Comunidad como en el Ayuntamiento; en este último caso, con un margen mínimo. La victoria de Ruiz-Gallardón fue más holgada de lo que avanzaron los sondeos realizados a pie de urna, pero no así la de Álvarez del Manzano, que consiguió una mayoría muy ajustada. En esta comunidad, el experimento de una coalición entre el PSOE y Nueva Izquierda ha funcionado bien, aunque no haya obtenido el poder.

La mayoría de las ciudades gallegas serán gobernadas por una coalición entre los nacionalistas del BNG y los socialistas, lo que supone un fuerte impacto en una zona considerada segura para el PP. En Andalucía, donde el PP tenía las alcaldías de las ocho capitales de provincia, puede perder al menos tres si funcionan las coaliciones más naturales. En cambio, el dominio de los populares se ha acentuado de modo espectacular en la Comunidad Valenciana y se ha mantenido en Castilla y León.

En el País Vasco, convertido por los grandes partidos en tema de enfrentamiento en el debate nacional, su pluralismo tradicional se expresa en el hecho de que tres fuerzas diferentes -PP, el PSOE y la coalición PNV-EA- han sido las formaciones más votadas en sus tres capitales. La coalición de los nacionalistas democráticos, lejos de sumar, ha perdido votos una vez más a favor de EH, que alcanza un significativo escaño en Estrasburgo y supera los 300.000 sufragios, lo que significa que ha conseguido apoyos electorales fuera de Euskadi. Los resultados tendrán incidencia en el proceso de pacificación: EH obtiene mejores resultados con el alto el fuego de ETA que con atentados. Tras 10 años de retroceso ganó 50.000 votos en las autonómicas y ahora traslada esa subida a los ayuntamientos y juntas generales. Al PSOE se le presenta el dilema de intercambiar apoyos con el PNV y EA para garantizarse alcaldías o pactar mayorías alternativas con el PP.

Los populares obtuvieron en las europeas de 1994 casi diez puntos más que el PSOE. Era el momento peor de los socialistas tras la fuga de Roldán. Ahora, el PP se encuentra en teoría en su mejor momento: tras el éxito de la entrada en el euro, con la economía y el empleo creciendo a buen ritmo y sin problemas internos, en contraste con un PSOE que vivió su enésima crisis con la renuncia de Borrell hace un mes. Su candidata a las europeas, Rosa Díez, ha sabido conectar con los nuevos votantes y ganarse un espacio propio en el partido. En estas condiciones, una distancia de cuatro puntos entre el partido del Gobierno y el primero de la oposición no parece insalvable, aunque la experiencia aconseja no extrapolar sin más los resultados de elecciones de diferente ámbito.

En todo caso, los socialistas deberán resolver antes el problema de su candidato para las generales, cuyo adelanto parece hoy más improbable. La revalidación por José Bono de su mayoría absoluta en Castilla-La Mancha podría ser esgrimida como argumento por quienes defienden su candidatura. Pero su propia victoria hace difícil encontrar un pretexto para que abandone la presidencia de su comunidad, con la que se ha comprometido de forma repetida. También ha vencido con holgura Rodríguez Ibarra en Extremadura.

La polarización de la vida política española, tal vez acentuada por una campaña bastante agresiva entre socialistas y populares, ha concentrado en los dos primeros partidos poco más del 74% de los votos, cuatro puntos por debajo de lo que viene siendo habitual en las generales. Las encuestas anticipaban un reforzamiento de ambos partidos allí donde estaban gobernando y en líneas generales es lo que ha ocurrido, con la ya anticipada excepción de Asturias.

La celebración conjunta de elecciones locales, regionales -en trece autonomías- y europeas permitía anticipar una alta participación que no se ha cumplido del todo. Se ha reducido la abstención en las europeas, pero ha aumentado en las otras y se ha registrado un significativo voto en blanco que los partidos deben asimilar como una advertencia de los electores.

Un detalle que no conviene menospreciar es la victoria del populismo de Jesús Gil en casi todos los sitios donde se presentaba: Ceuta y Melilla, Estepona, Marbella y La Línea. Habrá que seguir atentamente su gestión, sobre todo en las dos ciudades españolas del norte de África.

En mayo de 1996, tras la celebración del primer consejo de ministros del nuevo gobierno, Aznar definió escuetamente el primer objetivo de su gobierno con una palabra: durar. Partía de la amarga victoria por menos de 300.000 votos, es decir apenas un punto porcentual de distancia. Del conjunto de elecciones de ayer, pese a su diferente ámbito y naturaleza, se deduce que esa diferencia se ha ampliado hasta cuatro puntos, pero las espadas siguen en alto. El PP continúa sin enamorar, pese a tener casi todo a su favor; y los socialistas demuestran una vez más que su suelo electoral sigue firme incluso en las peores circunstancias.

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