Ruiz-Gallardón hace Comunidad con seis tuneladoras
El Gobierno regional del PP renuncia a sus principios en contra del endeudamiento para abrir 55 kilómetros de metro en cuatro años.
, Madrid es la ciudad del mundo que más ha crecido por el subsuelo en los últimos cuatro años: se han abierto 55 kilómetros de pasillos subterráneos con 37 estaciones para acercar el metro a miles de ciudadanos. Seis mujeres han firmado el milagro: Paloma, Almudena, La Chata, La Adelantada, Puerta del Sol y Cibeles. Es el nombre de las seis tuneladoras utilizadas en las obras. Nada más estrenar el poder autonómico, Alberto Ruiz-Gallardón reunió a las grandes constructoras del país y les sugirió que comprasen tuneladoras -más rápidas y seguras para hacer metro- si querían aprovechar el gran filón del cuatrienio: 250.000 millones de pesetas para excavar kilómetros y kilómetros de vías subterráneas. Era el afán del PP en la Comunidad de Madrid -20 kilómetros de metro en cuatro años, 48 en ocho- y lo hizo real de largo: inauguró 55 kilómetros en 45 meses. Con las tuneladoras, capaces de ejecutar diez metros al día, era fácil. Sólo faltaba el dinero. Para conseguirlo, Ruiz-Gallardón tiró por la borda las ideas con las que machacó al PSOE durante ocho años de oposición. No le gustaba la deuda y criticaba al socialista Joaquín Leguina cuando recurría a ella. Pero, cuando ha gobernado, no ha escatimado la interesada ayuda de los bancos para hacer metro. En cuatro años pidió más de 100.000 millones en créditos para pagar a las tuneladoras. Y cargó ese débito en Arpegio, una sociedad que quería privatizar, pero que le ha servido para ocultar la deuda a los ojos fiscalizadores de la UE. También endeudó al Instituto de la Vivienda para hacer pisos y al Canal de Isabel II para comprar infraestructuras hidraúlicas. El opositor Ruiz-Gallardón (1987-1995) despreciaba la deuda; el presidente Ruiz-Gallardón (1995-1999) se aferró a ella. No ha sido el único principio que ha arrojado a la papelera en este tiempo de poder. El sector público nunca tuvo tanto presupuesto y empresas como en la era Ruiz-Gallardón pese a que, en su primer discurso oresidencial, anunció la privatización de todas las empresas y sociedades autonómicas, excepto el Metro y el Canal de Isabel II. Cuatro años después no ha vendido ningún activo empresarial y ha creado nuevas sociedades y participado en otras. Ruiz-Gallardón decía, cuando hacía la oposición, que la Administración no debía invertir en sectores propios de la iniciativa privada. Por ejemplo, un superparque de atracciones. Tras la negativa de Warner a invertir en San Martín de la Vega, el Gobierno regional decidió adelantar decenas de miles de millones para abrir la Ciudad del Ocio. Ruiz-Gallardón rechazaba el intervencionismo cuando ejercía la oposición. Pero su Gobierno, apoyado por los sindicatos UGT y CCOO, aprobó un sistema de contratación que primaba a las empresas con más empleados fijos. La patronal de la construcción le denunció ante Europa. Alegró el presidente a los 30.000 empleados autonómicos cuando anunció su apoyo a la jornada de 35 horas semanales. Pero su consejero de Hacienda quiso retirar a los trabajadores el Abono Mensual de Transporte a cambio de que trabajaran menos horas. Hubo desacuerdo. No ha construido ni una sola residencia de ancianos en este tiempo y ha empezado cuatro años tarde las obras de la biblioteca regional y de la futura maternidad infantil. Sus rebajas de impuestos no han servido de nada. Y su regalo a los padres -25.000 pesetas por hijo nacido en 1998; 1.000 millones en propinas- se saldó con bajada de la natalidad. Consiguió la gestión de la enseñanza a un precio muy alto. La Administración central le traspaso un servicio con múltiples deficiencias. Tantas, que Ruiz-Gallardón tuvo que firmar con los sindicatos un plan multimillonario de 131.000 millones para reparar las goteras de la escuela pública.
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