Cineastas menores de edad
La imaginación es el material con que trabajan los sábados Asier, Ibai, Judith, Nagua y otros 18 niños más en la Casa de Cultura de Larrotxene, en el barrio donostiarra de Intxaurrondo. Es un material barato, dúctil y se puede transportar fácilmente a casa para seguir trabajando con él. En la imaginación portentosa de los niños de 5 a 14 años ha basado la guionista Isabel Alba (1959) su curso de lenguaje audiovisual Detrás de la cámara. Los niños aprenden a caracterizar un personaje, a distinguir un plano corto de otro americano (con el personaje cortado a la altura de las rodillas) y para qué se usan, a localizar fundidos, a hacer su propio guión y, al final, su película. Los alumnos se dividen en dos grupos que reciben clase por separado: los mayores, de 10 a 14 años, y los pequeños, de cinco a nueve. El curso, que empezó el pasado febrero, está subvencionado por el Ayuntamiento y cuesta 7.500 pesetas. Isabel Alba tiene una larga experiencia como profesora de guión, pero siempre para adultos. Con estas clases, por las que batalló durante dos años hasta que consiguió primero el sí del Departamento de Cultura del Ayuntamiento y luego el número de alumnos suficientes, ha podido poner en práctica las enseñanzas que ella misma acaba de publicar en un manual para jóvenes guionistas que se titula como el curso: Detrás de la cámara (Anaya). "Los niños tienen una memoria visual fuera de lo corriente", comenta, satisfecha de su experiencia, a final de curso. De eso se aprovecha Alba que, asegura, no utiliza la escritura hasta final de curso. "Aprenden a ver las historias en la cabeza y a modificar ahí las escenas, los personajes. Ahora es cuando desarrollamos cada escena y se escribe", dice. Los mayores llevan ya 11 escenas de lo que será su corto, aunque no lo rodarán hasta septiembre. Trabajan en la historia de Sandra, una adolescente de 15 años que tiene problemas con sus padres, separados. Hoy van a buscar la música para el momento en que ella se encierra en su cuarto para no escuchar la regañina de la madre y pone una canción a todo volumen. La elegida es una de las que figuran en la serie Ally McBeal. En las paredes del local que ocupan se pueden ver los storyboard (guión visual de la película) que han realizado los más pequeños con lápices y rotuladores. También los dibujos de lo que ellos quieren ser de mayores. "Es curioso, porque los niños todos quieren ser actores, pero las niñas... una directora, otra guionista, hasta hay una que con ocho años sabe que quiere ser sastra", comenta Alba. Ninguno quiere ser productor, una figura que definen perfectamente los pequeños: "Es el de los dineritos", explica con un expresivo gesto Oihan, de nueve años. Sólo un día jugaron con una cámara. "Fue para que se familiarizaran con ella y con las partes que tiene, pero no más. Para hacer una película lo fundamental es tener una buena historia y eso es lo que estamos trabajando con los mayores", apunta Alba. Alguna vez entre semana les ha llevado al cine, para que comprobaran cuánto han aprendido. "Ves la película de otra manera porque ya sabes qué es un fundido y distingues cuando el director usa la elipsis para ganar tiempo", explica Asier, de 13 años, que quiere ser camarógrafo. "Mucha gente quiere hacer una película, pero no tomarse la molestia de aprender", sentencia Xabier, de 12 años.
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