Parecía la guerra
, Parecía que iba a ser la guerra, con aquel primer toro endemoniado que salió, pero todo se quedó en meras maniobras. Los toros de Dolores Aguirre, por supuesto bien presentados y con casta, dieron un juego no muy allá. Acaso les faltaron toreros. No se dice por desmerecer a los de la terna, que se comportaron voluntariosos, sino porque ése es el mal, y muy grave, que atraviesa la fiesta. Una cosa son las apariencias, otra bien distinta la realidad de la vida. El momento de la fiesta se caracteriza porque en la mayoría de las plazas (Madrid y Sevilla quizá sean las únicas excepciones) un balance de diez orejas y dos rabos, toros premiados con vuelta al ruedo, el mayoral y los coletudos a hombros por la puerta grande, entra dentro de la normalidad. Pero si se rasca se llega a la conclusión de que allí ni hubo toros ni toreó nadie. Torear... Quiere decirse dominar a un toro íntegro. Lidiarlo con decencia, muletearlo con esmero, ligarle los pases, jugársela por tanto, pues no hay otra forma alternativa de lograr lo que se acaba de decir. Y eso, en el momento actual de la fiesta, no lo hace casi nadie. Y si no lo hace es porque ni se atreve ni seguramente sabe. Los tres lidiadores de la corrida de Dolores Aguirre fueron incapaces de dar fiesta a ninguno de los toros y probablemente a la inmensa mayoría de sus colegas les habría sucedido igual. Luis Miguel Encabo se embraguetó en unas verónicas, lució un quite por faroles y aún tuvo unos detalles capoteros de acusada torería. Sin embargo no pudo con la casta de sus toros, pese al voluntarioso empeño que puso en las respectivas faenas de muleta. Los toros no es que tiraran cornadas; es que embestían codiciosos, y pues el torero no les aplicaba ningún recurso dominador, se veía desbordado, a veces con peligro de cornada. Peor cariz tuvo la actuación de Miguel Rodríguez. Venía dispuesto a demostrar su entrega, recibió a su primer toro a porta gayola con la larga cambiada, le dio verónicas a pies juntos, lo corrió por rogerinas... Mas llegado el tiempo de muleta, el toro, de una boyantía cabal, se le fue sin torear. Los derechazos sin temple ni ligazón, los naturales inconexos, no hacían toreo. Se pasaba Miguel Rodríguez más tiempo preparando el cite que toreando. Después de corregir numerosas veces el asiento de las zapatillas, barrer la arena con la pañosa de atrás adelante y de delante atrás, de sacar pecho y cuanta prosopopeya requiere esta composición pinturera, daba despegado el pase, rectificaba terrenos y vuelta a empezar. Eso con el toro boyante; de manera que cuando le correspondió el buscón un punto bronco corrido en quinto lugar, lo trasteó azaroso y anduvo aperreado. A Fundi, que marcó aseado las verónicas, le correspondió el lote peor, y resolvió con oficio los trasteos que requerían tanto el inválido incierto que hizo cuarto, como el endemoniado que abrió plaza. El que abrió plaza irrumpió al galope arrollando cuanto encontraba al paso. A Fundi le arrebató el capote, a dos peones les hizo la misma jugarreta, a un tercero se le arrancó al cuerpo y lo hubiese mandado al tendido de no ser porque la víctima propiciatoria se tiró a un lado, arrojó el capote a otro y el toro cruzó ciego de rabia por la hipotenusa. A los picadores los arreaba sin miramiento en el transcurso de sus correrías, y el redondel era un fragoroso campo de batalla, con las cuadrillas sudorosas, alborotadas, sorteando las acometidas del toro entre ayes y suspiros, si no era poniendo pies en polvorosa. A ese toro lo sueltan en Yugoslavia y hace más daño que la OTAN. Lo único bueno que tuvo el toro fue que los diestros no se atrevieron a banderillearlo. Se atrevieron a banderillear a los cinco restantes y pudo comprobarse entonces lo bueno que fue cuando no se atrevieron a banderillear. El toro parecía un comando suicida en flagrante declaración de guerra. Pero no hubo guerra. Los siguientes toros a lo mejor sacaron alguna intemperancia, mas no pasaban de la bronca. Menos mal, pues si llegan a salir los seis al estilo del que abrió plaza acabamos todos con agujetas.
Aguirre / Fundi, Rodríguez, Encabo
Toros de Dolores Aguirre, bien presentados, en general con casta, de juego muy desigual. 2º bravo y noble; 3º, 5º y 6º con genio; dificultosos 1º y 4º, éste inválido.El Fundi: bajonazo descarado (pitos); media atravesada trasera (silencio). Miguel Rodríguez: estocada atravesada trasera (insignificante petición y vuelta); media atravesada, rueda de peones que ahonda el estoque y dos descabellos (silencio). Luis Miguel Encabo: pinchazo a toro arrancado, pinchazo, y estocada corta descaradamente baja (algunos pitos); pinchazo hondo (silencio). Plaza de Las Ventas, 8 de junio. 31ª corrida de feria. Lleno.
Babelia
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