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Reportaje:CIENCIA

Guerra de sexos a escala microscópica

Algunos cromosomas X e Y de especies de moscas, ratones e incluso plantas se comportan como asesinos

El machismo y el feminismo más radicales no son privativos de la cultura humana; la naturaleza también contempla una guerra a muerte entre ambos géneros. Aunque lo normal es que en la mayor parte de las especies con reproducción sexual la proporción de machos y hembras ronde el 50%, en algunos casos se observan fuertes desequilibrios por la aparición de cromosomas sexuales "asesinos". El fenómeno se produce incluso antes de la fertilización, entre los espermatozoides que darán lugar a uno u otro sexo. Anne Atlan, genetista del Instituto Jacques Monod de la Universidad de París, lleva más de diez años estudiando estas alteraciones y ha comprobado que se producen en especies tan dispares como mosquitos, moscas, ratones e incluso plantas. Atlan cree que el fenómeno también podría afectar a nuestra especie, aunque resulta más difícil comprobarlo. En su opinión, ello explicaría la constatada tendencia de algunas familias a procrear solo hijos o hijas, fenómeno que se produce con mayor frecuencia de lo que sería estadísticamente probable.En la mayor parte de las especies, el factor que determina el sexo de un descendiente es un cromosoma presente en los espermatozoides (el gameto masculino), que puede ser X o Y. El óvulo femenino aporta siempre un cromosoma X, de forma que tras la fecundación las hembras tendrán cromosomas XX y los machos XY. Dado que los espermatozoides se forman por un proceso de división celular peculiar, llamado meiosis, en el que el número de cromosomas resultante es la mitad de los que portan las células normales del individuo de esa especie, se producen tantos espermatozoides con cromosoma X (los que dan lugar a una hembra) como con cromosoma Y. Pero este equilibrio se rompe en ocasiones. Ocurre que algunos cromosomas X o Y se comportan como asesinos, disponen de un gen que induce la síntesis de una sustancia tóxica para los cromosomas contrarios. Al parecer, esta "distorsión meiótica", que es como se conoce el fenómeno, es más frecuente entre los X que entre los Y.

No está clara la ventaja evolutiva de este comportamiento, ya que si no mediaran elementos que los contrarrestaran, podrían llevar a poblaciones exclusivamente femeninas o masculinas, condenadas a la extinción. Lo que sí ha encontrado Atlan es que la aparición del fenómeno suele ser anulado en un plazo más o menos breve por el desarrollo de mecanismos de resistencia por parte de los cromosomas contrarios, de manera que al cabo de un tiempo vuelve el equilibrio.

Atlan inició sus trabajos sobre las irregularidades sexuales hacia 1988, investigando inicialmente con plantas angiospermas, que son las que se reproducen mediante flores. Estudió después los distorsionadores meióticos en la mosca del vinagre, la Drosophila melanogaster, y en otras especies, pero la situación ideal para la investigación llegó con la Drosophila simulans, al cruzar especímenes de dos poblaciones separadas, una en Túnez y otra en las Islas Seychelles.

En ambas poblaciones, por separado, las tasas de reproducción dan aproximadamente tantos machos como hembras. Sin embargo, al cruzar los machos de Túnez con las hembras de las Seychelles comprobó que la descendencia era mayoritariamente femenina, con unas tasas del 90%. Tras comprobar durante varias generaciones el fenómeno, Atlan descubrió el factor de resistencia que hace que algunas poblaciones sean insensibles al fenómeno, y tras estudiar a esta especie en varios continentes, ha establecido un mapa donde se comprueba la estrecha relación entre la frecuencia del cromosoma asesino y la aparición de dicho factor de resistencia. Al cruzar poblaciones con dicho cromosoma con otras sin el factor de resistencia se produce el desequilibrio entre descendientes femeninos y masculinos.

También comprobó que los descendientes masculinos, el restante 10%, eran estériles con una frecuencia mucho mayor que en los restantes. Este fenómeno se ha detectado también en los humanos, donde los varones de familias con predominio de descendencia femenina tienen una mayor tasa de infertilidad. "Continuamos trabajando en el estudio de este fenómeno en nuestra especie y hasta ahora todos los datos disponibles confirman la hipótesis", dice Atlan.

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