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Una comedia fallida de cubanos en EEUU abre la competición en Málaga

Antonio Banderas anuncia que no acudirá al festival de cine español de su ciudad

A la primera película a concurso del festival de cine español de Málaga le sobra entusiasmo, surrealismo y algún gag ingenioso. Pero adolece de pericia técnica y claridad de ideas por los cuatro costados. Cosas que olvidé recordar, primer largo de Enrique Oliver, hijo de cubanos emigrados a EE UU, guarda algunos rasgos del primer Almodóvar. Fue el mayor aliciente de una jornada en la que Antonio Banderas comunicó por fin que no acudiría al festival.

Los responsables del festival y la propia Celia Villalobos, alcaldesa de Málaga, a la cabeza habían convertido la presencia de Banderas y su película Crazy in Alabama en santo y seña de esta edición. El actor emitió ayer un comunicado en el que confirmaba su ausencia -justificada por el retraso del rodaje de la película Play it to the bone-, aplaudía la iniciativa del festival del que es presidente de honor y excusaba con razones técnicas que no pudiese emitirse en primicia Crazy in Alabama en la cita malagueña.Por lo que respecta a Cosas que olvidé recordar, su proyección dividió al público entre entusiastas de su humor surreal y detractores de su inconsistencia fílmica, una reacción que el propio director realizador de televisión cubano-estadounidense Enrique Oliver ya esperaba. Reflexión sobre la identidad del cubano en el exilio, mirada irónica sobre la esquizofrenia que ataca a muchos que viven a caballo entre dos mundos, la comedia fue rodada hace dos años.

Versión doblada

El filme de Oliver está en Málaga porque es una coproducción con España, como El coronel no tiene quien le escriba o Mamá, preséntame a papá. Y, al igual que ésta, los responsables del festival se empeñaron en proyectarla en una impresentable versión doblada. Las aportaciones hispanas se limitan a un papel mudo para Ana Torrent, Virgen del Exilio que aparece y desaparece de la trama continuamente soltando milagro tras milagro, y para Arancha de Juan, Alicia Borrachero o María Isasi, en trabajos bastante secundarios.El filme, que narra con desenvoltura surrealista las vicisitudes de una familia de cubanos que vive en EE UU, pero que no logra tener claro qué diablos es el Día de Acción de Gracias, que llaman "San Guivin", y que vive con desgarro la amnesia paranoide del hijo menor, empeñado a todo trapo en llamarse Robert Martin y no Robertico Martínez, que es su real gracia, contiene bastantes apuntes de comicidad autocrítica.

Aunque no escatima exabruptos contra Fidel Castro, tampoco se alinea en la tendencia Miami. Hace sonreír a ratos, pero su director no demuestra nunca tener una línea clara de inspiración. Ora pasadísima de rosca, ora tributaria de un humor en exceso televisivo -de brocha gorda, para entendernos-, no parece que sus opciones sean muchas en la concesión final de premios.

Enrique Oliver agradeció las comparaciones entre su cinta, llena de chistes televisivos e iconoclastia naïf, y rasgos del primer Almodóvar. Para más coincidencia, en la película actúa su anciana y encantadora madre, que le acompañó ayer. "Ojalá algún día me premiaran en Cannes: lo primero que yo vi de Almodóvar fue en un cine de Boston donde se proyectaba un corto mío antes de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Me dejó flipado ver un lenguaje común y que alguien hacía películas con personajes como los que yo conocía", dijo.

Simpático y sincero, Oliver asumió como causa de fuerza mayor el pésimo doblaje con el que se ha estrenado: "La opción era estrenarla así o nada". Si el filme, rodado en inglés y español, denuncia el conflicto de adaptación cultural de los cubanos en EEUU, el doblaje hurta al espectador una parte esencial del conflicto: el idiomático.

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