Indígenas chilenos piden en Madrid que Endesa renuncie a construir una presa en sus tierras
Los indígenas mapuches chilenos se sienten amenazados por la presa que trata de construir Endesa Chile -empresa hidroeléctrica cuyo accionista principal es Endesa España con un 60%-, en sus tierras sagradas del valle del Alto Bio Bío. Por eso llegó ayer a Madrid una representación mapuche, para pedir a la empresa española que se siente en una mesa de negociación, junto al Gobierno chileno, el Parlamento de ese país y otras multinacionales, donde se busque una solución que permita respetar las tierras y la identidad cultural de los 1,5 millones de mapuches de la Araucanía chilena.
La presa de Ralco, una de las siete previstas para el río Bio Bio, unos 640 kilómetros al sur de Santiago, "producirá el desarraigo de los pewenche [comunidad mapuche] y un desastre medioambiental en la zona", explicaba ayer en Madrid Juan Painecura Antinao, representante de la Corporación de Desarrollo y Comunicación Mapuche Xeg-Xeg. Según este líder mapuche, los estudios de impacto ambiental "han sido manipulados por el Gobierno chileno" para que el proyecto de Endesa pueda seguir adelante y, en contrapartida, se ha ofrecido a los indígenas un territorio de 14.000 hectáreas en El Blanco, cerca de la frontera con Argentina. "Allá, la nieve cubre la tierra siete meses al año y sólo podríamos cultivar durante los otros cinco", insiste Painecura.En el valle del Alto Bio Bio, mientras, quedarán bajo el agua seis de los 14 camposantos sagrados que se encuentran en las 600 hectáreas que ocuparía la presa Ralco y los jóvenes mapuches emigrarán a la ciudad. "Eso supone más desarraigo y la desintegración de nuestra cultura", auguró Painecura.
Enérgico y contundente, el líder mapuche arremete contra los "megaproyectos" de las hidroeléctricas y las madereras: "Nos dicen que nos oponemos al desarrollo y eso no es verdad. Queremos ser parte del desarrollo pero resulta que todos los megaproyectos atraviesan las tierras mapuches y, al final, no queda utilidad alguna para nosotros". Ejemplos no le faltan a Painecura: un gaseoducto que debe comunicar Argentina con el Pacífico chileno, la autopista que conectará Concepción (capital de la región de Bio Bio) con la región de la Araucanía, o los proyectos madereros alrededor de Temuco.
Solución global
Precisamente por la cantidad de "amenazas" que acechan a los mapuches, Juan Painecura no quiere plantear una negociación bilateral con Endesa España. "Lo que pretendemos es sentar al Gobierno chileno, al poder legislativo y a las multinacionales implicadas para buscar una solución global". Y esa solución no es otra que "el respeto a la tierra, la posibilidad de obtener una línea crediticia para modernizar nuestros cultivos y ser competitivos, y un marco que proteja al pueblo mapuche". El objetivo final de los mapuches, según este representante, debe ser la "autodeterminación", aunque ahora parezca un sueño porque "el principal problema es la pobreza". Los mapuches tratan de crear un movimiento que los aglutine y recupere lo perdido en el siglo pasado: unas 250 hectáreas de tierra que han sido vendidas u ocupadas desde 1883, cuando el Chile se extendió hasta la Araucanía ("la guerra para exterminar a los mapuches", según Painecura).
El poder de las empresas y del Estado justifica, según el representante de la Corporación Xeg-Xeg, las protestas mapuches que han echo saltar la voz de alarma en Chile y que han provocado comparaciones con el movimiento guerrillero zapatista de México. Painecura concluye de manera ambigua: "Nosotros respetamos la forma de lucha de otros indígenas, así como pedimos que se nos respete a nosotros, tenemos derecho a defendernos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.