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Reportaje:

Las señales de un complicado diálogo

En las dos últimas décadas ha quedado cada vez más patente que en los complejos fenómenos moleculares y celulares que contribuyen a las causas y efectos del estrés, subyace un diálogo todavía más complicado. Es un diálogo entre dos sistemas que, durante la mayor parte de este siglo, se habían considerado autónomos: el cerebro y el sistema inmune. Todavía no es posible explicar en detalle cómo se comunican entre sí los dos sistemas más intrincados e incomprendidos del cuerpo, pero a grandes rasgos, no hay apenas dudas de que se encuentran unidos a través de una vertiginosa mezcla de bucles de alimentación y retroalimentación.Los puntales del sistema inmune son la médula ósea, rica en células madre (que tienen el potencial de diferenciarse en diferentes tipos de células); el timo (un órgano situado en la base del cuello que produce hormonas y glóbulos blancos); y los propios glóbulos blancos o linfocitos. Estos linfocitos presentan dos formas, linfocitos T y linfocitos B, que se podrían considerar como las células de ataque y las células de defensa, respectivamente. Ambos tipos patrullan el organismo, dispuestos a encontrar las complicaciones y suprimirlas con la ayuda de una flota de células vigilantes llamadas macrófagos.

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Todos estos componentes de primera línea del sistema inmune reciben de las fibras nerviosas informaciones transmitidas por una red -el sistema nervioso simpático- a través de la cual el cerebro regula los órganos y los vasos sanguíneos. Y muchos de estos componentes del sistema inmune producen hormonas u otras moléculas señalizadoras que interactúan con las áreas clave de respuesta al estrés del cerebro.

El timo, por ejemplo, produce timosina y timopoyetina, unas hormonas que, según se cree, influyen en el ajuste entre hipotálamo, pituitaria y glándula suprarrarenal, que constituye el centro de la respuesta al estrés del organismo. De manera similar, los linfocitos emiten sustancias señalizadoras, denominadas citoquinas, que pueden inhibir la producción de hormonas e incluso bloquear las células nerviosas. De hecho, se cree que las citoquinas son una parte clave de la interfaz cerebro/sistema inmune ya que, a pesar de que las produce el cerebro, pueden también activar la cascada hipotálamo-pituitaria-suprarrenal.

Además, tanto linfocitos como macrófagos producen y responden a las dos principales proteínas mensajeras del sistema de respuesta al estrés del cerebro. Y por un extraño bucle de retroalimentación ambas influyen en la respuesta inmune, al hacer indirectamente que disminuya la actividad de los linfocitos.

Equilibrio

Cuando estos bucles y bucles dentro de bucles están bien coordinados y funcionan con precisión, la respuesta al estrés mantiene el cuerpo humano en equilibrio, conservando la energía, luchando contra los intrusos, curando heridas y en general procurando que el cuerpo se adapte con ecuanimidad a las complicaciones de la vida. Sin embargo, cuando este conjunto se disocia, las consecuencias pueden ser muy graves. Por eso es tan importante la psiconeuroinmunología. Desentrañando la enredada red de la interacción entre el cerebro y el sistema inmune, los investigadores esperan comprender, y por tanto tratar, dolencias tan dispares como la esclerosis múltiple, la artritis, la osteoporosis, el sida, la depresión, el eczema, el asma, el cáncer o el resfriado común.

Por ejemplo, se han detectado niveles de citoquinas (los enviados de los glóbulos blancos) más altos de lo normal en el cerebro de pacientes de Alzheimer, demencia asociada al sida y esclerosis múltiple, lo que hace sospechar que podrían estar relacionadas con la neurodegeneración que caracteriza estas dolencias.

Se ha demostrado que, en animales al menos, un estrés de larga duración conduce a un círculo vicioso de muerte neuronal e incluso déficit de memoria, ya que el área dañada no consigue regular la producción de hormonas, lo que a su vez contribuye a dañarla más. Hay ciertas pruebas de que un proceso de este tipo podría ser el causante de la depresión, el síndrome de estrés postraumático e incluso la esquizofrenia. También se ha descubierto recientemente que algunos elementos de la respuesta inmune son propensos al condicionamiento, lo que puede arrojar alguna luz sobre dolencias alérgicas y autoinmunes debilitadoras.

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