Escaso entusiasmo por la "madre patria"
Vender Albania. Eso es lo que se dispone a hacer el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para conseguir evacuar de los campos de deportados de Macedonia a más de 60.000 refugiados albanokosovares. Y es que la madre patria parece no ser demasiado atractiva para las más de 240.000 personas que componen el trágico éxodo kosovar en la pequeña República de Macedonia, de 2,2 millones de habitantes. "Tendrán que deportarnos de nuevo. Seremos un pueblo dos veces expulsado porque no pensamos marcharnos de Macedonia para ir a Albania", aseguraba no sin cierta dosis de ironía un hombre de Pristina.El plan es ambicioso, pero hasta el momento ha provocado más frustración que alegría. Presionado por el Gobierno macedonio, que el pasado día 5 decidió echar un pulso a la comunidad internacional y aplicar la sutil política de sólo permitir cruzar la frontera a los que vayan documentados, el ACNUR se las ingenió para proporcionar hasta 60.000 plazas en un nuevo campamento para refugiados en Korca (sureste de Albania). Decidido a aliviar "la pesada carga" que reiteradamente dice sufrir el Gobierno de este Estado balcánico, el Alto Comisionado anunció que, en una primera instancia, hasta 6.000 refugiados que ahora habitan los saturados campos de Macedonia tendrían la posibilidad de abandonar su hacinamiento y partir hacia un destino mejor. Pero cuál no fue la sorpresa de los trabajadores de la organización de Naciones Unidas cuando a última hora tuvieron que ir "tienda por tienda" para encontrar voluntarios que quisieran irse a Albania.
El panorama era desolador. Tres vacíos y destartalados autobuses listos para partir esperaban a unos pasajeros que nunca llegaban. No había nadie. Tan sólo un anciano que conseguía mantenerse en pie con la ayuda de un bastón parecía ansioso por partir. Incluso sufrió un momento de pánico cuando los autobuses cerraron sus puertas y se alejaron unos metros para estacionarse a la sombra. Creyó que partían sin él. Ya recuperado del susto, relataba que su hijo estaba en Tirana. "Yo estoy aquí solo y soy un viejo, nadie se ocupa de mí, por eso me marcho".
Casi todos los que ese día aceptaron tomar el autobús con destino a Albania tenían, o creían tener, familia en aquel país. De lo contrario, muy pocos de los más de 90.000 refugiados que se agolpan en los 10 campos de deportados macedonios encuentra sentido al viaje. "¿Salir de un campo de refugiados para caer en otro?", se preguntaba una madre reciente. "Lo hemos perdido todo, pero todavía nos queda la cordura".
"Estamos muy preocupados. Esperamos que sea cada vez más la gente que use esta opción", aseguraba el portavoz del ACNUR Ron Redmond ante el poco entusiasmo mostrado por quienes suponía deseosos de ir a reunirse con sus hermanos de etnia bajo la bandera roja de Albania. Finalmente, sólo lo hicieron unas 150 personas. Ante la escasez, el ACNUR se va a meter de lleno en una campaña de promoción del país más pobre de Europa.
Para empezar, pretende trasladar a los líderes de las comunidades que viven en los campos macedonios al país vecino y mostrarles las excelencias del lugar que los albergaría hasta que puedan regresar a Kosovo. "Estamos seguros de que cuando comprueben las condiciones de vida de Korca no lo dudarán y decidirán marcharse", prosigue Redmond.
Y si el boca a boca no funciona, el ACNUR grabará un vídeo sobre el campo de refugiados para convencerles de que están pasando penalidades en vano cuando podrían asentarse en "un campo de deportados lleno de comodidades".
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