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La constancia tiene premio

Desde hace 14 años, semana tras semana, compran un décimo de lotería en la panadería de Alberto Melero y su esposa, María, en la calle Sabino Arana de Leioa. Son unas 100 personas, casi todas mujeres de edad, que persiguen la suerte con fidelidad en un número. Siempre el mismo. El pasado sábado, el 20.107 resultó ser el gordo y les convirtió en millonarios. Suman 1.300 millones pertenecientes a una serie, salvo cinco décimos que Melero devolvió el viernes a la administración número 6 de Erandio, en la calle Ibarra. La misma oficina a la que desde hace 14 años acude como un mago del que los espectadores esperan que extraiga billetes de su chistera. "Es una buenísima persona. Confiamos mucho en él", comentan las mujeres, que le besan y abrazan. Los bendecidos por los dioses de la fortuna no desbordado el cava de las copas. "¿Es que nadie ha comprado champaña?", se preguntaba ayer uno de los agraciados en el pequeño establecimiento de Leioa. Tampoco sus rostros parecen reflejar la esperada emoción. "La llevamos por dentro", dicen. Charlan más que ríen. Llega Pauli, una jubilada bronceada al que el nuevo aroma del dinero le sorprendió en Peñíscola. Se queja de que no está para disfrutes porque le duele la cadera. Mari Carmen Zambrano, ama de casa de 39 años, parece querer compartir su alegría. Desde hace dos días posee ocho millones más, pero su vida no ha variado ni en los detalles. Las barras de pan asoman por la bolsa y cuenta que espera el regreso de Zaragoza de su marido, camionero en ruta, para celebrarlo. "Me gustaría comprarme un piso mejor", expresa ilusionada. Consuelo asiste en silencio. Dice que habrá que esperar a ver el dinero. También están Alberto y María, que vendieron el premio, tras el mostrador de su panadería. María calla, pero su marido reconoce que se quedaron varios décimos para ellos y para sus dos hijos. No responden a cuánto asciende su ganancia, pero algunos sospechan que son los poseedores del premio especial de 500 millones. Son nuevos millonarios. Todos menos Luisa, que comprueba que el dinero no se ha detenido a su lado. Su presupuesto de jubilada no le alcanza para invertir en sueños. Y eso que Alberto Melero le insiste a menudo para que se anime. Pero, no es cuestión de ánimos, cuenta. A algunas de las mujeres y hombres de edad que se acercan a la pequeña panadería de Leioa ya les había rozado con anterioridad la suerte. Fueron premios menores de "treinta y tantas mil" y el repartidor de la suerte recuerda con exactitud que el 21 de agosto de 1984 distribuyó 20 millones. Melero mantiene la fidelidad a sus clientes. Son muchos años de reservar los décimos aunque alguno se pague después del sorteo. En el del sábado hubo dos compradores que dejaron abonados sus décimos, pero no los recogieron. Uno de ellos se acercó ayer desconfiado para reclamar su dinero. Melero exhibió un recibo del banco en el que se notificaba el ingreso de los números y la titularidad de los afortunados.

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