"El nacionalismo mata el arte"
Simpático y guaperas, Robert McLiam Wilson anda muy lejos del prototipo torturado y tristón del creador norirlandés al uso. Con 34 años y diez ya de precoz carrera literaria, este tipo educado y deslenguado a la vez se ha convertido en uno de los nombres más polémicos de las letras británicas con su novela Eureka Strret, una sátira realista sobre el Ulster que publica ahora Tusquets y que le ha dado una fama relativa: "No da para ligar mucho, pero es divertida: viajo mucho y como bien".McLiam nació "pobre como un personaje de Dickens" y estudió en un colegio de curas católicos. "No sacaba tan buenas notas como los niños más guapos, pero me disuadió mucho de militar en el catolicismo". Después se las arregló para entrar en Cambridge, y eso le permitió "ver mucho mejor fútbol del que veía en Irlanda y aprender política de verdad: izquierda y derecha. Nada de bombas ni barbaridades parecidas". Escrita en un lenguaje ágil y muy coloquial, Eureka Street destila subversión, dadas las circunstancias. Brilla el amor, la ironía y la vida; no se habla de muertes ni de odios. Mc Liam la hizo a caballo entre la guerra y la tregua del IRA, "como un documental", pero en ella no aparece un solo terrorista.
Burla de los bienpensantes de toda condición, la novela trata de "acercarse a esa mayoría silenciosa que no se mete en política ni en misa". "Los escritores debemos resultar incómodos, irritantes", dice McLiam. "Nuestro trabajo está donde haya ortodoxos, e Irlanda del Norte es un paraíso en eso".
Los autores que le gustan son "molestos y provocadores", pero McLiam no desea ser adscrito en ninguna tradición: ama a Tolstoi, Hugo, Dickens, Cervantes, Shakespeare, Balzac, Homero y Joyce. Sobre todos, a Tolstoi. "Es mi mayor influencia. Y lo malo es que es jodidamente bueno. No entiendo a esos escritores que se dedican a decir lo malos que son los otros. Mejor odiar a los buenos. ¡Qué grosero, Tolstoi! Y Rushdie, ¡qué cabrón! Un genio, el mejor escritor vivo en inglés. Muy vulgar y sentimental, pero eso me encanta: la vulgaridad es muy importante en literatura".
Pregunta. ¿Cómo es que su novela, aun siendo "vulgar", no refleja el odio que Belfast parece haber encarnado durante tanto tiempo? Respuesta. Hay dos o tres cosas que matan a la literatura. La primera es el odio. Decía Tolstoi que estaba contraindicado para escribir novelas. Para eso funciona mejor el amor, que siempre ha sido motor de la ficción. Ya suceda en el campo, en la ciudad, en la pobreza o en la riqueza, no hay buena literatura sin amor. Como en la vida: ¿Qué nos mueve, la política? No señor, el amor. A tus padres, a tu chica, a tu equipo de fútbol, a tu hermana, al dinero... Éste es el más interesante, aunque no sea tan sexy como los otros.
P. ¿Y la segunda cosa?
R. El nacionalismo mata la literatura y el arte. No sirve ni para el cine. El cine que han hecho los nacionalistas de Irlanda del Norte es basura. The boxer, por ejemplo. ¿Es que los irlandeses somos todos boxeadores y arrepentidos de haber sido del IRA? En Belfast hay muchos más limpiadores de ventanas que boxeadores y terroristas. Ese cine que no cuenta dónde ni cómo estamos viviendo se parece al cine americano, la única forma de arte que conozco que te hace ser un poco más estúpido de lo que eras antes. La tercera cosa que mata los libros son los eslóganes.
P. Por eso, y también porque recurre al humor, su novela parece marcar el fin de una época...
R. Es que ese mundo de los terroristas es patéticamente pequeño. A 600 tipos con pistola es imposible hacerlos felices por mucho que te lo propongas. ¿Debemos vivir y crear para esos fascistas? La mayoría de los irlandeses somos guapos, demócratas y sofisticados. Gente normal, bien educada, que ha viajado y follado bastante y que quiere la paz de una forma irlandesa: poco espectacular, en silencio y burlándose de sí misma. Nadie lo había contado antes, y tal vez por eso el libro, más que cerrar una época, debe abrir otra. La gente debe saber que Belfast es la ciudad más sexy del mundo. Se come muy bien y las chicas cada vez son más guapas (o bien yo me hago viejo).
P. ¿Será esa imagen tan normal la causa de que el libro no haya gustado nada en Estados Unidos?
R. Claro. Dicen que no conozco Belfast. No han dejado de echar mierda sobre mí. Por algo en Nueva York sentí por primera vez que era europeo: fumar es imposible, se come fatal, no juegan al fútbol...
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