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CIENCIA

Caníbales por necesidad

No se sabe mucho aún de los europeos más antiguos que vivieron en Atapuerca, en un medio hostil en dura competencia con leones, osos, mamuts y bisontes, aunque sí que eran mucho más parecidos a nosotros de lo que imaginamos.El Homo antecessor podía tener una estatura de entre 1,60 y 1,70 metros. Su cuerpo era de contextura muy fuerte e igual que la nuestra, y tenía un ciclo biológico también similar al humano actual; es decir, que hace 800.000 años sus niños se desarrollaban ya como ahora. Y esto que puede parecernos una nadería tiene una enorme importancia, porque, durante décadas, se ha mantenido un intenso debate sobre si los homínidos más primitivos tenían un ciclo biológico similar al del chimpancé o si, por el contrario, habían adquirido un patrón de crecimiento humano.

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'Homo antecessor' en la Castellana

De su desarrollo dental, los científicos de Atapuerca han deducido, muy recientemente, que el Homo antecessor pudo tener un periodo infantil relativamente corto, una niñez prolongada y una fase adolescente y juvenil probablemente bien definida. Un ciclo biológico tan complejo como el nuestro, lo que nos da una imagen suya mucho más humana, afirma el paleontólogo Bermúdez de Castro. "Los jóvenes se nos parecían mucho. Los adultos cambiaban un poco, las cejas eran más prominentes y la cara un poco mas hinchada, pero eran muy semejantes". El científico señala cómo hace poco, en Portugal, cuando iba con otro colega en un tren camino de Coimbra, los dos se quedaron literalmente pasmados al ver a un joven que era el vivo retrato del Chico de la Gran Dolina ahora reconstruido.

Pero estos individuos tan parecidos a nosotros eran caníbales. No se trataba de intenciones rituales o religiosas, sino de una cuestión de necesidad puramente alimenticia, un aprovechamiento máximo de alimentos: hay hambre y hay que comer, y me como a este ser como una parte de mi dieta. "Son un modelo perfecto de canibalismo, de libro", dice Bermúdez de Castro, que explica cómo las estrías y marcas de las heridas encontradas en los huesos, "perfectas y donde tienen que estar", se hicieron con instrumentos cortantes de piedra para arrancar los tendones y los músculos y comerse los cadáveres.

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