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GUERRA EN YUGOSLAVIA Oferta de negociación

La OTAN y Rusia pactan un plan de paz

La propuesta incluye el despliegue de tropas en Kosovo y buscará el respaldo de Naciones Unidas

Pilar Bonet

Estados Unidos y sus aliados conjuntamente con Rusia dieron ayer un importante paso para acabar de aislar al dirigente yugoslavo, Slobodan Milosevic, y obligarlo a ceder en Kosovo, al ponerse de acuerdo en cinco "principios generales" que han de ser la base de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. El acuerdo no resuelve las discrepancias sobre la conveniencia de una tregua en los bombardeos de la OTAN, que proseguirán, en contra de lo que desea Moscú. Rusia afirmó ayer "por primera vez en público" que apoyará una fuerza de seguridad internacional en Kosovo, subrayó Bill Clinton tras el anuncio del acuerdo alcanzado por los ministros de Exteriores del G-8 (los siete países más industrializados y Rusia).

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La secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, no quiso calcular para cuándo puede esperarse una resolución del Consejo de Seguridad ni tampoco pronunciarse sobre la posibilidad de que los refugiados tengan que pasar otro invierno desplazados de sus hogares.Tanto el presidente Clinton como Albright, reiteraron que la fuerza militar que se despliegue en Kosovo deberá tener a la OTAN como núcleo. El texto del acuerdo, que diluye los cinco principios de la Alianza Atlántica en una formulación más abierta y más integradora, sólo habla del "estacionamiento en Kosovo de una presencia internacional civil y de seguridad, aprobado y adoptado por Naciones Unidas, capaz de garantizar la consecución de los objetivos comunes". Esta fórmula permite a Rusia y a la OTAN ganar tiempo para negociar los puntos claves de la composición del contingente internacional, la estructura de mando, los países que deberán estar representados, las proporciones entre sus tropas y las características del armamento con el que se equiparán. El modelo en el que piensa inicialmente Rusia es el de Bosnia. Rusia, que dispone de un "contingente especial pacificador" de 22.000 personas, tiene 1.374 soldados, 114 carros blindados y 312 automóviles en Bosnia. Clinton dijo ayer que si el contingente internacional ha funcionado en Bosnia "no hay razón" para que no funcione en Kosovo, donde, según dijo, será incluso "mejor".

Descenso de la tensión

El G-8 ha perfilado la primera plataforma común que -desde el abortado proceso de Rambouillet-, situa las actividades políticas de la OTAN y Rusia en las mismas coordenadas y canaliza todas las energías diplomáticas en un mismo sentido. Al término de la reunión de los ministros, que se celebró en Petersberg, cerca de Bonn, parecía lejana la tensión internacional que, cuado la OTAN comenzó a bombardear Yugoslavia, llevó al jefe del Gobierno ruso, Yevgueni Primakov, a cambiar la ruta del avión que le conducía a Washington. "Por primera vez en Bonn hemos conseguido acercar las posiciones y fijar las directrices conjuntas del futuro trabajo", dijo el ministro de Exteriores ruso, Igor Ivanov, quien por la mañana en una reunión con su colega Madaleine Albright acabó de forjar el compromiso que se traduciría en el comunicado de Petersberg.Al término de la entrevista con la que el presidente norteamericano concluyó su visita a Alemania, tanto él como el canciller federal, Gerhard Schröder, transmitieron un mensaje: la estrategia de la OTAN no se cambia. El líder norteamericano señaló que no esperaba que el proceso hacia la paz se prolongara mucho, pero al mismo tiempo pidió "paciencia". Por su parte, Schröder dijo que "precisamente ahora" no hay motivo para cambiar de estrategia y abogó por la ayuda económica de la Unión Europea a los países limítrofes de Yugoslavia.

Los "principios generales" acordados ayer no resuelven la discrepancia entre los aliados occidentales y Moscú en torno a los bombardeos aéreos ni tampoco las características del contingente militar internacional que deberá ser enviado a Kosovo para garantizar el cumplimiento de los fines comunes. Con todo, la existencia misma del acuerdo, de por sí, constituye un instrumento de presión sobre Slobodan Milosevic y una garantía de que el proceso internacional vuelve a encauzarse hacia la ONU, es decir, que al final del túnel no hay una solución militar, con las consecuencias que se derivarían de ello para Milosevic, sino una solución política. En ese sentido, el presidente yugoslavo es un interlocutor todavía, aunque sólo los rusos sigan hablando de "diálogo" con él. La Alianza Atlántica, mientras tanto, continuará con sus bombardeos, que concibe como un instrumento de persuasión dentro de la estrategia doble (política y militar). Ninguno de los ministros de países de la OTAN que ayer comparecieron ante los periodistas en Petersberg (EEUU, Reino Unido, Francia, Italia, Holanda y Canadá) pudo decir ayer cuánto tiempo duraran aún.

"Queda mucho por hacer. Hay diferentes puntos de vista sobre cuándo acabar los bombardeos", afirmó el ministro de Exteriores alemán, Joschka Fischer, según el cual el Consejo de Seguridad debe adoptar una resolución "cuanto antes". "Hoy hemos debatido los principios. Ahora comenzaremos a ponerlos en práctica. Se necesitan conversaciones con Belgrado y el acuerdo con todas las partes interesadas", dijo Igor Ivanov, que más tarde insistió en este último punto ante periodistas de su país. Medios rusos afirmaron a esta corresponsal que tanto Víktor Chernomirdin, el representante especial de Borís Yeltsin para Kosovo, como el presidente finlandés, Martti Ahtissaari, viajarán a Belgrado.

"Rusia está convencida de que la acción militar de la OTAN contra Yugoslavia debe interrumpirse", dijo Ivanov, quien insistió en que, a la vista de cómo evolucionan las negociaciones con Belgrado "es necesario declarar una pausa en los ataques aéreos". El ministro reveló que Milosevic ha aceptado "en determinadas condiciones comenzar la retirada de las fuerzas serbias de Kosovo y reducir la presencia militar allí de 100.000 a 20.000 personas". Estas cifras están aparentemente en el mensaje que Milosevic envió a Clinton vía Chernomirdin.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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