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Un problema social, no jurídico

Naiara Galarraga Gortázar

Alejo Aznar no era el único sin techo y con una grave enfermedad a cuestas. Hay más, muchos más. Llevan años enganchados a las drogas, sobreviven como pueden, buscándose la vida, y, como el joven de Getxo, no quieren ni oír hablar de las normas, horarios,... que existen en los centros de acogida. Y si no quieren, nadie les puede obligar a ingresar. Sólo ocurriría si un juez determinara que no son dueños de sus actos. Quienes viven como Alejo "son capaces de valerse por sí mismos; tienen un problema social, ni mental ni jurídico", explican fuentes judiciales. Las mismas fuentes consideran que estos excluidos sociales distinguen entre "el bien y el mal" y "saben las consecuencias de lo que hacen". Gente que trabaja con personas inmersas en esa problemática opina que ante este panorama es indispensable adaptar los centros a sus necesidades. "Necesitan un albergue con reglas muy flexibles, donde haya un lugar para poder inyectarse en condiciones higiénicas, ducharse, lavar la ropa y se les dé la heroína o la cocaína que consumen", en palabras de María Segador, de la comisión ciudadana antisida de Vizcaya. Según esta mujer que patea Bilbao La Vieja desde hace años, por la zona pululan entre 90 y 100 drogadictos sin nada que se parezca a un hogar. Una asistente social de un hospital público insiste en que la sociedad debe aceptar que existe un colectivo que aunque no quiere vivir según las normas establecidas, precisa centros de atención. Las tuberculosis, neumonías, el VIH, la hepatitis, las grangrenas, los abcesos,.... son frecuentes en ellos. El caso de los inmigrantes indocumentados es aún más trágico porque a menudo no se atreven a ir al hospital. Segador ve "mucha hipocresía". Y explica: "Ahora les damos las herramientas: jeringuillas y agua esterilizada, y luego, se tienen que estar inyectando de cualquier manera", concluye.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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