El piloto virtual ya no aterriza como puede
Jóvenes y adultos se enganchan a los modernos simuladores de vuelo
Pertenecen a cualquier profesión y estrato social. Los hay que son bastante torpes conduciendo su automóvil, o que no han vuelto a oír hablar de las matemáticas desde el colegio. Pero todos tienen algo en común. En un momento u otro del día se sientan delante de su ordenador y experimentan uno de los sueños más viejos del hombre: volar. Entonces, esa persona que es incapaz de dividir, aterriza sin problemas a los mandos de un jumbo en el aeropuerto de Heathrow, y esa otra con tantos problemas a la hora de aparcar su coche se convierte, por su pericia, en el terror de los cielos en la I Gran Guerra. Todos ellos forman la hermandad virtual, cada vez más numerosa, de los usuarios de simuladores de vuelo. Pero ¿qué hace una persona que se sienta ante su ordenador y pone en marcha su simulador de vuelo? Pongamos dos ejemplos. Si se trata de alguien al que le gusta la aviación civil, escogerá un 727, un jumbo, o un avioneta... Luego trazará un plan de vuelo. Después hará despegar el aparato, cubrir la ruta, efectuar la maniobra de aproximación y aterrizar. Durante el vuelo puede sufrir toda clase de vicisitudes y podrá observar con bastante realismo los puntos que sobrevuela: ciudades, montañas, ríos y llanuras. Si el piloto tiene la suficiente pericia, aterrizará en su punto de destino. Por el contrario, si prefiere un avión de combate, puede despegar con su F-14 Tomcat desde un portaaviones en el Adriático con la misión de escoltar a varios bombarderos cuya misión es atacar un punto determinado en el este de Europa. Nada más despegar el piloto recibe información desde un awacs de reconocimiento sobre la presencia de posibles aparatos enemigos. También recibe información de otro avión que volará junto a él durante la misión. Los sistemas de combate y navegación están basados en los que se utilizan en la realidad. Igual que las imágenes que difunde estos días la OTAN.
De la imaginación al radar
Los simuladores de vuelo al alcance del gran público han sufrido una vertiginosa mejora en pocos años. A comienzos de los 80, consistía en una serie de relojes e indicadores que aparecían en la pantalla de los primeros ordenadores caseros. El piloto tenía datos sobre su velocidad, posición, velocidad del viento y poco más. Aterrizar o estrellarse era, en gran parte, cuestión matemática y el resto lo ponía la imaginación. El siguiente paso fue incorporar a este panel una foto fija del suelo. Dicha imagen variaba su inclinación según la posición del aeroplano. Era un avance hacia el realismo, pero nada comparado con lo que se puede observar hoy día: los paneles de control responden al modelo de aparato que se pilota, es posible ver con toda precisión detalles del suelo, tomar tierra en los aeropuertos más famosos del mundo o en un portaaviones en medio del Pacífico. La mayoría presenta los cuadros de diálogo en inglés y los libros de instrucciones pueden superar las 200 páginas, incluidas cartas reales de navegación.
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