Apología de Janácek
En los últimos años la figura de Leos Janácek ha logrado imponerse con fuerza en los teatros de ópera de todo el mundo. Su música instrumental, sin embargo, sigue ignorándose en gran medida.András Schiff venera la música de Janácek. Su versión de la Sonata para piano de 1905 fue un prodigio de asimilación del mundo sonoro y estético del checo, aquí cargado de nostalgia y dolor. El Concertino y El Capriccio (ambas para piano y pequeño grupo instrumental) son dos cimas absolutas de la música de nuestro tiempo que Schiff y sus compañeros tradujeron con la pasión que reclaman a gritos estos compases y con la precisión que exige una escritura milimétrica y pródiga en pequeños diseños motívicos que articulan un discurso conciso y de una asombrosa coherencia. Lástima que en la conflictiva acústica de la Sala de Cámara del Auditorio Nacional se perdieran o atenuaran los perfiles angulosos y la riqueza de matices con los que la música salía impulsada desde el escenario. Un sexteto de lujo (con Irena Grafenauer, Elmar Schmied, Klaus Thunemann o Radovan Vlatkovic entre sus miembros) interpretó Mládi como lo que es: un colosal ejercicio de libertad creadora de un joven anciano enamorado de 70años.
International Janácek Ensemble
Cuarteto Panocha. András Schiff, piano y dirección. Obras de Janácek. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de abril.
El Cuarteto Panocha, sin embargo, nos brindó una versión pobre en matices del memorable Cuarteto núm. 1 del checo, una trasposición musical de la Sonata a Kreutzer de Tólstoi. Falta de misterio, tímida en la plasmación de los efectos tímbricos, algo burda en la gradación de las tensiones, su lectura no estuvo a la altura del resto del programa, un alegato en toda regla en favor de un genio aún no instalado como merece en nuestra vida musical.
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