800.000 desplazados albaneses siguen dentro de Kosovo a merced de las tropas serbias
Morina, al norte de Albania, es ahora una frontera gélida y fantasmal: papeles ennegrecidos en el suelo, botellas de plástico pisoteadas, restos de cáscaras de naranjas, envoltorios de las galletas hipernutritivas amontonados junto a la garita... Todo, menos refugiados. Al otro lado, donde ondea la bandera yugoslava, unos policías vestidos de azul se pasean tranquilos: no hay trabajo. Los miles de kosovares que se hallaban el domingo hacinados en la carretera siguen desaparecidos. El Programa Alimentario Mundial habla de cerca de 800.000 desplazados internos.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) señala que decenas de miles están escondidos en las montañas, siendo utilizados por los serbios como escudos humanos o forzados a sembrar minas. El misterio de Morina sigue sin aclararse dos días después. Tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre Yugoslavia y Albania, apenas medio centenar de personas han cruzado este paso fronterizo albanés. Sin embargo, ayer la radio albanesa relataba la llegada de unos 3.000 refugidos que cruzaron la frontera de Montenegro con Albania por el paso de Hani Huti (noroeste).
En teoría, dicen los observadores de la Unión Europea Occidental (UEO), entre los que se encuentra un guardia civil, la aduana de Morina está abierta, "sólo que no llega nadie, deben haberlos parado varios kilómetros antes". Hace un par de semanas sucedió lo mismo. Entonces, todos los deportados fueron expulsados hacia las montañas, donde, según sus propios testimonios, pasaron cerca de una semana a la intemperie. El ACNUR tiene noticias fidedignas de que las fuerzas especiales serbias han lanzado varias batidas por los bosques y montañas donde se supone están muchos de los miles de varones en edad militar que abandonaron las caravanas. Para Belgrado, estos se han unido a la guerrilla.
En Morina, en los últimos dos días, ha hecho mucho frío. Llueve, y en los picos altos nieva. "Me preocupan mucho las condiciones de esos refugiados", afirma Jacques Franquin, director de comunicaciones de ACNUR en Kukes. Entre ellos había una enorme columna procedente de la región de Mitrovica que llevaba cuatro días a pie. Preguntado cómo se puede perder el rastro de decenas de miles de personas sin que la OTAN los localice con sus satélites, Franquin responde con un despectivo: "¡Bah, la OTAN!"
La descoordinación entre los militares y las agencias humanitarias civiles es harto evidente en esta zona del norte de Albania. En las dos últimas jornadas sin refugiados -sólo arriban con cuentagotas-, el ACNUR tiene la posibilidad de normalizar la situación e incrementar los traslados a otras zonas más seguras y mejor acondicionadas de Albania. El ritmo de salidas de refugiados de Kukes es de 6.000 al día. De seguir así, sin que aparezcan nuevas columnas por Morina, ACNUR tradaría más de 15 días en vaciar Kukes, que es uno de sus objetivos no declarados.
En los alrededores de esta fea ciudad, levantada en los años setenta tras la construcción de un gran embalse que anegó la antigua Kukes, se amontonan más de 100.000 kosovares que se pelean por el reparto del pan. Ayer, esta distribución se efectuó en unas ordenadas filas vigiladas por policías albaneses armados. Es la primera vez en tres semanas en que hay un cierto orden, pues hasta ahora imperaba la ley del más fuerte y los codazos. "Es increíble que en todo este tiempo no se haya mejorado la distribución", denuncia una de las ONG que trabajan en la zona.
Laura Barrueta, de Médicos Sin Frontera, admite que su organización ha comenzado a efectuar un censo tienda por tienda en el novísimo campamento levantado por el ACNUR, "pues no existe un listado de refugiados ni nada". La sensación de desastre es perceptible por todos. La mayoría culpa al ACNUR, éste a la OTAN o al Gobierno de Tirana y los refugiados, tras huir de la locura fascista, no son capaces de comprender este caos absoluto.
Los helicópteros de la OTAN comenzaron el lunes la evacuación por aire de refugiados desde Kukes. En los próximos días se levantarán 10 nuevos campamentos en el sur del país, entre ellos el español. Mientras, en el interior de Kosovo, las fuerzas de seguridad de Belgrado se ensañan en su estrategia de limpieza étnica con las zonas del norte y centro del país, además de la capital. El ACNUR piensa que el mapa de las deportaciones muestra con meridiana claridad de que el objetivo de Belgrado es preparar una eventual partición de la provincia.
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