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Pere Esteve pide igualdad de derechos para el catalán y el castellano

¿De quién son los idiomas? La pregunta sobrevoló ayer el debate sobre lengua, cultura e identidad celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El portavoz de CiU, Pere Esteve, que pidió igualdad de derechos para el catalán y el castellano; la editora Beatriz de Moura; el jurista Francesc de Carreras, y el consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, constataron las enormes diferencias que hay a la hora de entender la lengua y la cultura.

Esteve, en soledad en la mesa -"sois tres contra uno", dijo-, reclamó igualdad de derechos para el catalán y el castellano y exigió el derecho a ser nacionalista sin ser asimilado a los responsables de las mayores catástrofes que han asolado Europa. Lluís Bassets, director adjunto de EL PAÍS en Barcelona, introdujo el acto organizado por el Círculo de Debates con la voluntad de impulsar un diálogo entre Cataluña y Madrid porque a fin de cuentas, dijo, "es un debate que nos permite hablar de España". Frente a una visión de tensión entre el centro y periferia, la editora Beatriz Moura aportó una visión pluricultural alejada de cualquier maniqueísmo. "De rezar, rezaría en portugués, cuento en francés y pienso en castellano". La fundadora de la editorial Tusquets, brasileña de origen y educada en Ginebra, afirmó que la sociedad catalana se desenvuelve sin problemas en un bilingüismo natural y atribuyó a la voluntad monopolizadora de las identidades de algunos políticos el origen de los problemas. La frase con la que concluyó su intervención arrojaba, sin embargo, cierta preocupación sobre el ascenso de los planteamientos nacionalistas. "Todo proceso nacionalista acaba en una situación profundamente excluyente".

Juan Luis Cebrián tuvo la intervención más provocadora del debate. Reclamó para la cultura "un valor crítico y de disidencia no sólo frente al poder, sino frente a los imaginarios y mitos colectivos, frente a la manipulación de las conciencias y a la utilización parvularia y culpable de los sentimientos más elementales del pueblo en beneficio propio". Cebrián concluyó pidiendo la desaparición de los ministerios de Cultura, no sólo el español, y de la Consejería catalana del ramo. "Quizá ésa sea la única manera de que las verdaderas culturas, la catalana y la española sobrevivan a la agresión de los burócratas y al embeleco de los intereses nacionales".

Francesc de Carreras, jurista y miembro fundador del Foro de Babel, comparó el modelo sobre el que se había construido la identidad catalana en los primeros años de la transición con la que se ha desarrollado bajo los 20 años de Gobierno pujolista. Frente al país de ciudadanos al que se dirigía Josep Tarradellas, el pujolismo ha introducido una voluntad de ser catalán en la antigua definición de que era catalán todo aquel que vivía y trabajaba en Cataluña.

En el fondo, el debate sin una respuesta concreta giraba en torno a diferentes concepciones de lo que es la nación, la sociedad y el Estado. Para el nacionalista Pere Esteve es necesario el reconocimiento de los derechos de un Estado plurinacional, terreno estrictamente político en el que no quisieron entrar en sus primeras intervenciones los otros tres participantes en el debate.

Cebrián acusó a la Generalitat de Cataluña de intentar una instrumentalización cultural con el declarado propósito de hacer nación o hacer pueblo y consideró que es muy triste que se emprendan políticas que bajo el pretexto de defensa del catalán puedan discriminar negativamente a quienes lo desconocen.

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Para el primer director de EL PAÍS, que dijo no sentirse nacionalista y menos que nada nacionalista español, este tipo de mitologías son las causantes primeras de muchos enfrentamientos y guerras que ha conocido Europa. "No creemos en la existencia de una catalanidad o una españolidad trascendentes y objetivas, al margen de los intereses y las voluntades de los individuos que las componen". Y se atrevió, parafraseando a Jon Juaristi, a afirmar que una nación es la melancolía "de lo que nunca existió".

Esteve había reclamado los derechos colectivos de un pueblo y expresó la voluntad integradora del nacionalismo catalán.

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