Un edificio que busca la transparencia
La reforma de Norman Foster identifica el cristal con la pulcritud democrática
El Reichstag, uno de los símbolos por excelencia de la historia alemana de este siglo, vuelve a ser la sede de un Parlamento en activo hoy, cuando el Bundestag (el Parlamento Federal) se reúna en él por primera vez en sesión oficial, e inicie así un nuevo capítulo en la vida política de la Alemania reunificada en el cual Berlín ejerza plenamente como capital del Estado. Desde lo alto de la cúpula que remata el edificio, se divisa un paisaje de grúas, cimientos a medio levantar, socavones, hierros y obras por doquier. Este paisaje comienza justo enfrente de los portales parlamentarios, allí donde está escrita la dedicatoria al pueblo alemán, y se pierde en el horizonte en 360 grados a la redonda. Ciertamente, éste es un marco indicado para el balance de la reunificación alemana al que se dedicarán hoy los diputados.
La cúpula y la estructura central que se encuentra debajo de ella -penetrando verticalmente todo el recinto desde la sala de plenos- es el núcleo del diseño de Norman Foster. El arquitecto británico, que en 1993 ganó el concurso para adaptar el Reichstag a la modernidad, le ha dado un nuevo corazón, abierto, luminoso y transparente, de acuerdo con la visión que la democracia alemana quiere dar de sí misma.
Los políticos habían querido que la ceremonia de hoy tuviera un carácter festivo y optimista, pero éste se ha diluido en una atmósfera más sombría, a causa de la guerra de los Balcanes, que libera fantasmas del pasado y proyecta incógnitas sobre el futuro. A esto se añade una discusión terminológica que va más allá de lo formal, como sucede en este país cuando de la historia se trata. Los políticos se han dividido. Unos creen que hay que cambiar de nombre al edificio y llamarlo Bundestag (Parlamento Federal), otros son partidarios de dejarle su nombre histórico, Reichstag (Parlamento Imperial), y los terceros buscan una fórmula de compromiso.
Gran confusión
Zona de plenos del Bundestag, edificio del Reichstag, es la burocrática solución que, con ánimo de satisfacer a todos, ha dictaminado la Comisión de Ancianos del Parlamento. La mayoría está consternada. La Administración berlinesa ya ha dicho que el Reichstag es el Reichstag y que no piensa cambiar las señales de tráfico que orientan a los ciudadanos. El presidente del Bundestag, Wolfgang Thierse, que se ha enfrentado con el ayuntamiento, insistió ayer en defender su propio punto de vista. "Soy el presidente del Bundestag y éste es el nombre con el que nuestro Parlamento figura en la Constitución", dijo Thierse, al término de una visita al edificio, guiada por Foster. La confusión, sin embargo, seguía siendo total. Tras oír al presidente, un empleado del Parlamento se quitó de la solapa una identificación que ponía Reichstag y se colocó otra con la descripción Bundestag.
El Reichstag, una obra del arquitecto Wallot, fue inaugurado por el emperador Guillermo II en 1894 y se mantuvo como Parlamento hasta el incendio del 27 de febrero de 1933. La biografía de este edificio es la de su época, pero dentro de lo que cabe no salió mal parado. "Estas paredes tienen una historia contradictoria. Y aunque aquí habló Goebbels [el jefe de la propaganda nazi], en este recinto no se torturó ni se asesinó a nadie", dijo ayer Thierse.
Tradición y modernidad se unen en la obra de Foster, sin confundirse en ningún momento. El arquitecto ha conservado las viejas estructuras donde ha podido y ha diferenciado su aportación tanto en forma como en materiales. La cúpula de cristal vista desde fuera parece una nave espacial a punto de emprender el vuelo desde los sólidos muros que la albergan. En el interior, uno puede sentirse como si estuviera volando con una ventana abierta al cielo.
El sistema de ventilación, que es natural, y un juego de volúmenes protege el interior en caso de lluvia. Dentro, hay un cono invertido formado por espejos, que recogen la luz y la difunden en la sala de plenos. Los espejos recogen también la energía, que se acumula después en el edificio, una de cuyas novedades es el espíritu ecológico con el que ha sido proyectado. Foster se esfuerza por marcar las diferencias entre su cúpula y la que proyectó el arquitecto español Santiago Calatrava, que fue uno de los tres finalistas. Inicialmente, el proyecto de Foster no tenía cúpula, pero los dirigentes alemanes insistieron en que la incorporase. Ningún Parlamento tiene tanto lugar para el público como el Reichstag, dice el arquitecto, que gusta de repetir la palabra "radical".
La obra ha costado 600 millones de marcos (48.000 millones de pesetas), de los cuales ocho millones se han dedicado a la decoración artística. En el interior se han respetado los graffitti de los soldados soviéticos que llegaron a este edificio los primeros en 1945. En total el presupuesto para el complejo de edificio parlamentarios alemanes suma 2.800 millones de marcos (238.000 millones de pesetas).
Aunque la inauguración oficial se celebra hoy, la vida política comenzará a funcionar de forma cotidiana en Berlín a partir del 7 de septiembre, cuando el Gobierno comience a trabajar en la ciudad. Hasta entonces, el Reichstag alojará sesiones esporádicas o solemnes como la del 23 de mayo, cuando se elija a un nuevo presidente federal.
"Creo que en Berlín se será más consciente que en Bonn de las contradicciones de la historia alemana. Bonn fue una capital cómoda. Berlín es una capital incómoda. Desde Bonn se podía olvidar con facilidad que Alemania, a pesar de la reunificación, era todavía un país escindido en dos cultura políticas e históricas", dice el profesor de Historia Contemporánea, Heinrich August Winkler, de la Universidad Humboldt de Berlín.
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