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UN NUEVO PARLAMENTO PARA ALEMANIA

La inauguración hoy del Reichstag, símbolo de la nueva Alemania

La inauguración hoy de la nueva sede del Parlamento Alemán en el histórico edificio del Reichstag de Berlín es una mera ceremonia. Pero es sin duda una fecha simbólica a la que se recurrirá en el futuro para explicar la historia alemana. Porque el Reichstag es un monumento emblemático como pocos en la vida de un Estado creado pocos años antes de su construcción con la unificación alemana bajo Bismarck y porque ha sido testigo y protagonista de las grandes tragedias que han jalonado su existencia.

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Un edificio que busca la transparencia

La apertura del Reichstag como sede definitiva del Bundestag (Parlamento) simboliza el nacimiento de la nueva Alemania, de la República de Berlín, un Estado muy distinto a la pequeña y dependiente república representada por la aldea renana de Bonn. La nueva Alemania, surgida del fin de la división impuesta por la guerra fría después de la Segunda Guerra Mundial, tiene y tendrá cada vez menos que ver con las dos partes ocupadas primero y tuteladas después por los vencedores de la guerra contra el nazismo.

Al mismo tiempo, es un Estado en el que ya no tienen ninguna influencia las generaciones implicadas en los crímenes del nazismo ni las siguientes, que consideraban el pasado alemán como un estigma indeleble que condicionaba toda su política internacional.

Los alemanes del próximo milenio, que tienen desde hoy su máxima representación parlamentaria en este edificio resurgido como todo el país de las ruinas, están decididos a no olvidar las tragedias y los crímenes que se cometieron en su nombre en este siglo que concluye. Pero tienen la firme determinación de reclamar normalidad para defender sus propios intereses y pretensiones. Y son también más conscientes de que no pueden seguir escudándose detrás de su pasado para evitar asumir ciertas responsabilidades internacionales acordes con su propio peso político, económico y, también, por qué no, militar.

Nacimiento de un Estado

Con el nacimiento de la República de Berlín se entierra el Estado fundado por Konrad Adenauer, renano, católico y siempre escorado hacia Occidente, hacia Francia y hacia Estados Unidos especialmente. Nace otro Estado cuya capital está a cien kilómetros de la frontera polaca, con su intacto compromiso atlantista, pero también y por primera vez en sesenta años, con vocación de gran poder central en Europa. Que la República de Berlín ya había nacido antes de la inauguración hoy del parlamento en el Reichstag quedó meridianamente claro con la decisión alemana de participar con sus socios en la Alianza Atlántica en la intervención militar en Kosovo. Difícilmente habría podido dar este paso el anterior canciller, el democristiano Helmut Kohl, último gran símbolo de la República de Bonn. Su sucesor, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, y su ministro de Exteriores, el verde y ex militante de la ultraizquierda extraparlamentaria Joschka Fischer, son plenamente representativos de esta nueva Alemania que se siente legitimada y, aún más, obligada a dar el salto por encima de las sombras de la historia y asumir su papel como socio en la Unión Europea y en la OTAN.

Quemado por Hitler

Con la solemne apertura del renovado Reichstag, Alemania no quiere olvidar el pasado. Por el contrario, los representantes del pueblo se reunirán a partir de ahora en un edificio que Hitler quemó para liquidar la democracia en 1933 y que quedó en ruinas cuando el nazismo se desmoronó bajo la orgía de odio y violencia que había provocado. Alemania es ya un país que, con todos sus intereses propios, tiene buenas relaciones y aliados en todas sus fronteras y una excelente reputación como democracia solidaria.

La resurrección del edificio del Reichstag de sus ruinas es todo un símbolo de esta evolución magnífica que ni los más optimistas podían soñar cuando sucumbía bajo las llamas en aquellos años trágicos de 1933 y 1945, años que es necesario recordar para reforzar la voluntad alemana de ser un factor decisivo de la nueva Europa libre y unida.

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