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"¡Qué duro es esto!"

Borrell encaja con frustración el descubrimiento de irregularidades de altos cargos que él nombró

En algunas conversaciones privadas que ha tenido en las últimas horas, sus interlocutores le han oído decir, con cara de verdadera preocupación: "¡Qué duro es esto!". Y, junto a alguna expresión espontánea de desolación, una determinación de aguantar, pero que a la vez busca alejarse de la que se suele escuchar al que piensa seguir pase lo que pase. A un año de las elecciones, al candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, José Borrell, le ha desconcertado el silbido de las balas sobre su cabeza. El descubrimiento de presuntas irregularidades cometidas por personas de su confianza cuando era secretario de Estado de Hacienda no sólo supone una dura prueba de resistencia para un político del que algunos de sus compañeros piensan que tiene mandíbula de cristal, aunque él se siente plenamente a resguardo en la seguridad de no haber cometido ninguna prevaricación. La reciente solicitud de imputación hecha por la Fiscalía Anticorrupción afecta a dos personas que formaban parte de su equipo político, con los que en ocasiones además practicaba deporte, lo que le deja expuesto a un tipo de ataques de los que se consideraba a salvo y que van a entorpecer el paso de los que él estaba lanzando sobre Josep Piqué.

Borrell se ve en el punto de mira del PP, que trata de devolver contra él los golpes que está encajando a medida que avanza el descubrimiento y la investigación en los tribunales de irregularidades de cargos públicos populares. Y a la vez se siente impelido, con el orgullo intelectual del que está acostumbrado a lucir notas brillantes, por la necesidad de encontrar de cara a las elecciones propuestas que sean atractivas, lo que él identifica con innovadoras, para conseguir un buen resultado en un examen donde se juega la carrera.

Ya no defiende, como hacía en tono de advertencia cuando pugnaba con el aparato del PSOE por ser el principal representante del partido, que seguirá siendo el candidato hasta que vuelva a haber primarias. Ni enfatiza que él tendrá "algo que decir" cuando se hagan las candidaturas para las elecciones legislativas.

Reconoce, sin ambages, que esos temas y todos los que afectan al encaje de las primarias en la vida interna del PSOE no le pueden consumir la menor energía cuando está bajo un chaparrón, de los muchos a los que quizá tendrá que enfrentarse, y aún le queda mucho camino hasta las elecciones. Aunque sería una ingenuidad pensar que han dejado de interesarle reformas internas del PSOE que hace poco deseaba, y que probablemente rescatará a medida que se acerque el próximo congreso federal, ahora en sus palabras todo es cautela: "Hay que digerir los cambios que han introducido las primarias, hay que avanzar pero de forma ordenada...".

Lo ocurrido en el comité federal de hace una semana -en la confección de las candidaturas prevalece al final la opinión del partido sobre la del cabeza de lista- no representa "un mensaje" para él porque sabe perfectamente, aduce, que las listas electorales son obra, fundamentalmente, de los órganos provinciales del partido. "Jamás se me ha pasado por la cabeza que la lista la haga el candidato a la Presidencia del Gobierno. Hay un comité federal de listas. Llegado el momento, podré sugerir la inclusión de algunas personas y supongo que algunas de esas sugerencias serán atendidas. Pero mi papel es asumir la lista en su conjunto sabiendo que no saldrá a satisfacción plena de nadie, y eso me incluye a mí".

Borrell asegura en este momento que no se arrepiente de no haber forzado un congreso extraordinario y que cuando escogió esa opción lo hizo con todas sus consecuencias: la aceptación de las decisiones de los órganos del partido y centrarse en conquistar La Moncloa.

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Borrell, que considera como una de sus bazas políticas el que la opinión pública le tenga por un gobernante de conducta intachable y que se ha creado fama de implacable con quienes cometen irregularidades, ha gestado una mezcla de desconcierto y frustración al ver su nombre relacionado con ex altos cargos a los que se ha descubierto cuentas en Suiza. Y le ha hecho exclamar: "¡Qué duro es esto!".

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