El espectáculo más jerezano decepcionó

No tuvieron suerte los jerezanos que asistieron al nuevo espectáculo de Manuel Morao. Ciertamente, Sentir gitano había despertado una gran expectación, pero la cosa terminó en frustración colectiva. Las virtudes del montaje, que las tenía, no llegaron netamente al público, sobre todo porque el sonido fue plano y llegó con algunos problemas y porque el espectáculo contó con una pobre iluminación en largos pasajes del mismo. Manuel Morao tampoco estuvo acertado en el concepto estético, al introducir sofisticaciones de puesta en escena que Sentir gitano no pedía en absoluto. El arte flamenco de Jerez es jondísimo, por supuesto, pero su oferta debe ser hecha cara a cara y con la mayor sencillez, sin meandros que no sabemos muy bien adónde conducen.

En todo caso, conducen a desvirtuar un arte que tiene en la comunicación directa uno de sus más efectivos valores.

Baile convencional

En este contexto, poco se puede decir de quienes participaron en el empeño. Hubo mucho baile, pero del todo convencional, mecánico. Las guitarras sonaron en una lejanía que les hacía perder toda su efectividad y ese cálido sonido del toque de Jerez que las personaliza. En el cante sí pudimos oír algunas cosas que sí valieron la pena, y lo demás se perdió, como el resto del espectáculo. José Vargas El Mono quedó prácticamente inédito al no participar en lo que él es verdaderamente grande, en la fiesta. Macarena Moreno hizo una nana que fue una maravilla, y Diego Rubichi dio testimonio de su enorme clase cantaora, singularmente en el cante por martinetes.