_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Camareros

En un bar muy moderno y muy americano de Madrid, el Hard Rock Café, se valora el trabajo de los operarios con arreglo a baremos un poco bestias. No es broma: en ese local, un camarero puede ser catalogado laboralmente como puerco espín, tortuga, vaca o mono; todo depende de su rendimiento profesional, de la caja que hace. Tamañas denominaciones han provocado el correspondiente alboroto en el gremio. Los sindicatos aseguran que existen en Madrid otros bares de ese tipo que utilizan parecidas tácticas con sus empleados. Los camareros son animales, pero ni más ni menos que cualquier otro racional, por definición. Pero destacan, sobre todo, como expertos en zoología. Nadie como ellos sabe detectar al instante lobos con piel de cordero, buitres, zorros, japutas, camellos, mosquitas muertas, moscones, cabritos, sabandijas, víboras, tiburones y lobos. Desde su minarete de detrás de la barra, no se les escapa detalle, tienen siempre la oreja puesta y el ojo avizor. Hacen como que no se enteran (la discreción es esencial en esa profesión), pero nos analizan, nos estudian, nos clasifican y nos incluyen en las más variadas familias de la fauna. Están al cabo de la calle de nuestra vida y milagros. Como los espías, saben mucho, pero se lo guardan. Aguantan mucho y han de bregar frecuentemente con ciudadanos más pesados que un elefante.

La verdad es que en Madrid la gran mayoría de los camareros da la talla y goza del aprecio de la gente. Hay algunas excepciones: el cantante Joaquín Sabina es experto en bares con camareros bordes. Para él resulta divertido visitar tascas donde nada más entrar te están sugiriendo que te largues.

Los camareros no son animales, pero muchos de ellos desconocen y desdeñan el arte de tirar las cañas como es debido. Se les admite que conozcan nuestras intimidades y que tengan de nosotros opiniones esquivas: pero, por favor, que no nos maltraten la cerveza. En el Hard Rock Café también tienen que aprenderlo. Madrid bien vale una caña, o varias.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_