_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ocupación y protectorado

Habrá ocupación militar de la OTAN, y de algunas otras fuerzas bajo su mando, en Kosovo. Y por muchos años. La habrá porque, en caso contrario, Europa se condenaría en el siglo próximo a convulsiones políticas, sociales y militares como las habidas en el que ahora se acaba. Sin duda, la defensa de Europa, de sus principios y los valores que rigen nuestra convivencia nos va a salir muy cara. En espanto, en dinero, en esfuerzo político y posiblemente en bajas militares. Con seguridad más cara que si todos hubiéramos sido conscientes, hace años, en 1992 quizás, de que la convivencia con un régimen como el de Slobodan Milosevic es inviable a medio plazo.Ahora Milosevic y la OTAN ya han cruzado el rubicón, cada uno en su sentido. El líder serbio difícilmente puede ya convencer al mundo de que, después de lo sucedido, su mera supervivencia es compatible con la credibilidad y autoridad de la alianza de democracias occidentales. Una de las dos partes enfrentadas hoy en los Balcanes tiene que perder. Si, como es más que probable, pierde Milosevic, debe acabar en una prisión, juzgado por los propios serbios o por un tribunal internacional. Si la alianza no consigue que esto sea así, quedará tocada de muerte.

Más información
Un ataque sobre Pristina destruye parte del centro de la ciudad y deja nueve muertos civiles

Todos, serbios incluidos, sufrirían las consecuencias de esta quiebra. También Rusia, que puede estar inquieta pero ante todo por los daños que ha sufrido por culpa del genocida al que han querido proteger por un lado y reeducar por el otro. La gran Rusia está humillada, pero en primer lugar por su incapacidad de influir sobre un régimen, el de Belgrado, al que detesta. Y por su impotencia para doblegar a Milosevic, al que desprecia por el desprecio que demuestra éste hacia la suerte de su propio pueblo. Rusia es un país demasiado grande y sólido como para seguir en su aventurerismo suicida a un sátrapa balcánico empeñado en secuestrar el porvenir de su pueblo. Lo demás es preocupación por el refuerzo de la presencia de EEUU en Europa y retórica para consumo interno.

Los ejércitos norteamericano, europeos y muy probablemente ruso han de hacer planes rápidos para su intervención terrestre y proyectos a largo plazo para instalarse allí. Son los daños inevitables de 10 años de tolerancia hacia un régimen ya definitivamente intolerable. Las tropas internacionales terrestres entrarán en Kosovo porque lo acepta un Milosevic derrotado, porque le obliga a éste a aceptarlo el Ejército serbio, que sí se considera garante del futuro de la nación más allá del destino personal del líder, o porque las destruidas defensas serbias dejan de suponer ese "ambiente hostil" que haría difícil y costosa en vidas humanas la toma del Kosovo por parte de la OTAN, necesaria para que sus habitantes puedan regresar a sus hogares. Milosevic tiene que perder. Queda por dilucidar lo que costará a las democracias la victoria.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_