Unidos por el dolor
"Sólo nosotros sabemos lo unidos que estamos ahora. Sólo nosotros sabemos lo mucho que nos queremos unos a otros y lo mucho que odiamos a los serbios". El anciano despeinado hizo una pausa. "Y a los macedonios, también les odiamos". Después siguió caminando, con una manta sobre los hombros.Vranigi Lydra, de pie junto a la carretera, le saludó con respeto. Vranigi estudiaba medicina en Prístina hasta hace 18 días, cuando su familia decidió huir a Macedonia. "Nos fuimos por prudencia", siguió la joven, "porque podíamos y porque pensabamos que en un mes se calmarían las cosas. Nos instalamos en un hotel de Struga, en la región turística de los lagos. Desde allí hemos visto cómo llegaban los refugiados y cómo nuestro país quedaba vacío. Le juro que nunca pensamos que esto fuera a ocurrir. Esta enormidad era imposible".
Vranigi, rubia y bien vestida, observaba atónita el espectáculo de Blace. "Esto era imposible", repitió. Los refugiados que esperaban el autobús en la cuneta tampoco lo creían al principio. Pero las noches terribles en el barranco habían dejado la realidad crudamente impresa sobre sus rostros. "OTAN, buena. Serbia, criminal", dijo en alemán rudimentario un hombre que abrazaba contra sus caderas a dos pequeños.
Comunidad nacional
En sólo unas semanas, los serbios han expulsado a muchos de los albaneses de Kosovo. Pero han forjado también un extraordinario sentimiento de comunidad nacional entre albaneses residentes en distintos Estados. La hospitalidad sin límites dispensada a los albanokosovares por los albaneses de Macedonia y de Albania dejará huella. "Esta primavera no se olvidará en muchas generaciones", aseguró Visar Dida."Los trenes, los convoyes de automóviles bloqueados en las carreteras y los campos de Macedonia han reunido, en condiciones extremas, a gente de todas las clases sociales, personas que nunca se habrían conocido en Kosovo y que, debido a las circunstancias, han compartido dolores, penalidades, todo", prosiguió Visar. "En los campos ha sido necesario olvidar todo sentido del pudor y de la intimidad, nos hemos unido físicamente. Después de haber pasado por esto, los albaneses somos una nación indestructible". Visar, un muchacho sonriente cuyo atuendo no desentonaría en una universidad española, reflexionó antes de responder a la pregunta. Pero su respuesta fue tajante: "Mucha gente hablaba de armas en los campos, más que de otra cosa. Quizá fuera un desahogo, pero se hablaba de orgullo, de guerra, de combatir a los serbios".
"Por supuesto, ni hablar de volver a Kosovo bajo el dominio de Serbia. Volveremos a Kosovo, pero sin los serbios". Este enviado hizo la misma pregunta a una quincena de hombres y mujeres en el campo de tránsito de la OTAN, y todas las respuestas coincidieron: nunca más con los serbios. Uno habló de "una gran patria albanesa", más allá de las actuales fronteras de Albania. "Albania, Kosovo, oeste de Macedonia", dijo.
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