Un patrimonio que salvar bajo las aguas
Hace unos días cayó otra piedra y las grietas ya se miden por metros. Así se encuentra el campanario de Sant Romà, símbolo inseparable del pantano de Sau y último recuerdo del pueblo que el agua engulló hace mas de 30 años. Repararlo no costaría más de cuatro millones de pesetas. El problema del campanario viene de lejos. Ya en 1991, cuando el pantano quedó casi vacío por la sequía, el Ayuntamiento de Vilanova de Sau (Osona) alertó de su mal estado. La Junta de Aguas, propietaria de los terrenos del pantano, inició unos trabajos para garantizar la estabilidad de la torre. Pero llegaron las lluvias y el nivel del pantano subió, cubriendo de nuevo una buena parte de la torre. Las obras nunca han continuado. Cuando, el pasado verano, el nivel de agua bajó a causa de la sequía, el Ayuntamiento pidió a la junta que reanudara los trabajos de restauración. No lo ha hecho. La excusa fue que se había extraviado el proyecto, por lo que el alcalde, Jaume Orra, encargó a dos arquitectos que evaluaran la estabilidad del campanario. Los dos informes concluyeron que, sin ser un riesgo inminente, el campanario se caerá si no se actúa pronto. Orra acusa a la Junta de Aguas de no tener ningún interés en conservar el campanario: "Si de ellos dependiese, ya lo habrían derribado cuando se construyó el pantano", dice el alcalde. Las llamadas que ha hecho sólo han obtenido una respuesta: la prioridad de la junta es hacer llegar agua a todas las poblaciones; restaurar un campanario no se encuentra dentro de sus objetivos inmediatos. El interés en mantener el campanario en pie se explica a partir del turismo que atrae a la zona. Durante la Semana Santa, lo han visitado unas 5.000 personas diarias. La atracción por el campanario es tanta que han tenido que intervenir los Mossos d"Esquadra para apartar a la gente de la torre. "No quiero ni saber qué pasaría si una piedra cae encima de alguien", lamenta el alcalde. El pantano siempre ha atraído a numerosos visitantes, que han convertido el municipio de Vilanova de Sau en un pequeño enclave turístico. Hoy en día, sólo quedan dos payeses y un par de explotaciones forestales. El resto de sus 350 habitantes trabaja fuera o en negocios relacionados con el turismo y la construcción. Orra, quien pertenece a un grupo independiente, teme que la negativa de la Junta de Aguas tenga un trasfondo político: "No me gusta pensarlo, pero creo que si fuera de Convergència i Unió ya se habría solucionado el problema".
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