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Reportaje:

La ciudad de los borrones

El área municipal de Limpieza registra, en sólo seis meses, 734 embadurnamientos de estatuas

Los embadurnadores anónimos madrileños no conocen el descanso. Cada día del año, salvo los lluviosos, al amparo de la noche o en secreto, emborronan con pulverizadores de color y trazos cada vez más extraños centenares de estatuas, grupos escultóricos, fuentes y monumentos del millar largo que ornamenta Madrid. El más castigado de todos ellos es el dedicado a la Constitución, frente a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, en las inmediaciones de la plaza de San Juan de la Cruz, sobre el paseo de la Castellana. Nadie sabe bien el porqué de esta dañina afección al conjunto cúbico y diáfano de mármol, que simboliza un lugar de encuentro. Pero sus relucientes paramentos, regalo de un gremio de marmolistas, parecen atraer prácticamente cada día del año la incontinencia gráfica de los que de esta manera tratan de llamar la atención.Fuentes municipales barajan dotar al monumento de cierta protección para ponerlo a salvo de tantas agresiones como sufre. Incluso se estudia su reemplazamiento, para mejor protegerlo, en un enclave cercano.

Las pintadas de carácter político son cada día más escasas. Las de cariz amatorio, incluso en primavera, escasean. Lo usual ahora son los garabatos en forma de acordeón, donde apenas se distingue una letra k, alguna w, pero, eso sí, torsiones del trazo que parecen asemejarse a rúbricas atormentadas. Es difícil hallar un significado preciso a estas nuevas pintadas porque sus significantes sólo permiten percibir cierto grado de tribulación o de difusa protesta. El caso es que el Servicio de Conservación de Monumentos del Ayuntamiento de Madrid, al igual que el municipal de Limpieza, no dan abasto. El primero mantiene desde 1990 una contrata con la unión temporal de trabajo Ortiz y Condisa, que se encarga de vigilar los monumentos madrileños y limpiarlos reglamentariamente al menos una vez cada dos años, además de cuando son pasto del frenesí ilustrador de los embadurnadores anónimos. El servicio municipal de limpiezas tiene la encomienda de borrar las pintadas en muros de edificios urbanos. Existe incluso una pequeña guía de las más jugosas pintadas. Aún se recuerda aquélla en la calle de Almagro que, remedando las pintadas de la extrema derecha sobre la presencia perenne del general Franco, decía: "Juana la loca. ¡Presente!".

El caso es que hoy ni siquiera el humor preside las pintadas. "Hace unos meses", cuenta un funcionario municipal, "sobre la fuente de Apolo, frente al obelisco de la plaza de la Lealtad, surgió una pintada con un lema realmente extraño. ¡Estaba escrita con caracteres en chino! Lo que nos faltaba", se lamenta.

Otro monumento que atrae la ira plástica de algunos embadurnadores anónimos es el dedicado a un torero en las inmediaciones de la plaza de toros de Las Ventas. Alguna persona, presumiblemente antitaurina, suele verter regularmente sobre el conjunto escultórico un bote de pintura roja. Esteban Morcillo, licenciado en Bellas Artes y experto de la empresa Condisa, no hace distinciones entre las pintadas que afean los monumentos. "Nuestra labor consiste en recibir la información de nuestros vigilantes y acudir al monumento que ha sido embadurnado. Es realmente penoso ver el trato vandálico que tantos conjuntos escultóricos madrileños reciben. A veces", señala, "los más osados se encaraman hasta seis u ocho metros de altura y arrebatan, por ejemplo, una vasija ornamental". Recientemente, una iguana que decoraba una fuente del Retiro dedicada a la República de Cuba sufrió una agresión. La iguana descansa ahora en los almacenes de la empresa, a la espera de ser recolocada en su sitio. "Da igual el emplazamiento en el que la estatua se halle, aunque en las inmediaciones de institutos proliferan mucho", destaca Morcillo.

"La denuncia procede de particulares, al teléfono 91 3431800 o de las Juntas de Distrito. En seis meses de 1998 se recibieron 734 avisos de agresiones gráficas o roturas de piezas, para un conjunto estatuario de todo Madrid cifrado en unos 1.500 hitos monumentales. Los expertos visitan luego el monumento agredido", explica Morcillo. "Una vez allí se examinan los daños. Si se trata de una mutilación se suele retirar la pieza y se prepara un molde para restaurarla y reponerla. Es el caso de una figura del monumento a la Infanta Isabel, en el paseo de Rosales, que perdió una mano. Si se trata de una pintada", agrega el restaurador, "se le aplican elementos decapantes o disolventes para ver qué tratamiento surte mejores efectos. Se aplica a veces una limpieza con agua nebulizada y luego, con cuidado, se quita la capa añadida por el agresor".

La estatuaria de los parques suele ser la más agredida. "En el parque de la Fuente del Berro han llegado a revestir de pintura, a brochazo limpio, estatuas completas", comenta.

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Los casos más dañinos

Los casos más dañinos son los que sufren conjuntos labrados en piedra porosa, ya que la pintura penetra por los intersticios al interior del sillar. Es el caso del Puente de Toledo, que ha llegado a recibir pintadas de hasta dos metros de altura. La limpieza nunca es perfecta, ya que suele quedar un aura oscura que la afea. En las esculturas de bronce el daño es también devastador. Una pintada sobre una pieza de este tipo requiere un cuidado muy delicado: si en la operación de limpieza no se tiene en cuenta la capa de óxido generado de forma natural, al bruñirla desaparece y pierde su pátina, dando paso a los colores primigenios verdosos.Estatuas como la de Apolo, Cibeles o Neptuno, amén de las agresiones tras los partidos de fútbol que han quebrado sus manos o les han arrebatado piezas propias como el tridente, sufren una erosión derivada de la semiinmersión en el agua. "Concretamente la de Apolo tiene un microclima derivado de la vegetación perimetral que la circunda, así como toda suerte de problemas derivados de las algas y líquenes que el agua le acarrea ", explica un funcionario municipal de conservación de edificios. "Es el cuento de nunca acabar", concluye.

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