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La Generalitat de Cataluña defiende el acueducto ante las reticencias aragonesas a ceder agua del Ebro

La idea de paliar el déficit hídrico español con agua del suroeste europeo, en concreto de la región francesa de Languedoc-Roussillon, viene de lejos, aunque en un principio el proyecto de trasvase era más modesto y pretendía únicamente satisfacer las necesidades hídricas de Cataluña. Así, el Departamento de Obras Públicas de la Generalitat catalana firmó un convenio con la mencionada región vecina para estudiar la obra. Calculaba el Plan Hidrológico catalán que la autonomía sería deficitaria en recursos hídricos en el horizonte del 2002 al 2012, y que necesitaría entre 300 y 450 hectómetros cúbicos suplementarios al año. El trasvase, se dijo entonces, podría costar entre 150.000 y 200.000 millones de pesetas. El Gobierno de Jordi Pujol defendió con ahínco el proyecto pero éste recibió rápidamente las críticas desde el entonces Ministerio de Obras Públicas, Trasnportes y Medio Ambiente (MOPTMA), que se mostró contrario al mismo por motivos económicos. "Llevar agua a Barcelona desde el Ródano sería hasta cinco veces más caro que llevarla desde el Ebro", dijo en febrero de 1996 Adrián Baltanás, director general de obras Hidráulicas. El entonces responsable del ministerio alegó también el importante impacto medioambiental que tendría el proyecto, por los cientos de kilómetros de conducciones para el agua. Desde entonces se han mantenido dos posturas enfrentadas. Por un lado, el uso de los excedente del Ebro para paliar el déficit catalán, defendido por el Gobierno central, desde 1996 en manos del Partido Popular, que sólo justificaría el trasvase Ródano-Ebro en caso de un cambio climático catastrófico. Por el otro, la necesidad de traer agua francesa, defendida por la Generalitat catalana ante la oposición del Gobierno aragonés a ceder los excedentes del Ebro, siempre reticente a trasvasar mientras no se garantice la consolidación de sus nueva zonas de cultivo previstas en los planes de regadío. Es decir, el acueducto se ha usado como un símbolo de autosuficiencia. El mensaje sería: "Si tan difícil es conseguir el agua sobrante del Ebro, la compraremos a los franceses".

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