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Yeltsin promete superar la crisis y continuar las reformas preservando la democracia

Borís Yeltsin puso ayer el dedo en la llaga: los rusos se indignan por lo que ocurre en Yugoslavia, pero se estremecen por los efectos de la pavorosa crisis en la que está sumido el país. Por eso, el líder del Kremlin, en el discurso sobre el estado de la nación, apenas si dedicó a los Balcanes dos de los 18 minutos de su intervención, y eso para poner el énfasis en que Rusia no se dejará arrastrar a la guerra. En los otros 16 lanzó un mensaje fundamental: que, pese a todas las amenazas, proseguirá la reforma económica y se luchará para superar la crisis preservando las libertades democráticas plenas.

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El presidente aguanta el tipo

El presidente fijó otra gran prioridad: que se forme una nueva Administración, lo que significa que las elecciones legislativas (diciembre de 1999) y presidenciales (junio-julio del 2000) se celebren a su debido tiempo. "Garantizo", enfatizó el presidente, "que serán honestas".Yeltsin situó a la segunda superpotencia nuclear del planeta en una encrucijada histórica, "atascada a mitad de camino entre la economía planificada y la de mercado", aplicando "un híbrido de los dos sistemas", y en grave peligro de quedarse descolgada de los países que cuentan en el mundo. "Si desperdiciamos esta oportunidad", señaló, "la puerta del futuro se cerrará para siempre".

El líder del Kremlin mostró también, por contraste, una euforia inaudita, y aseguró que las "dificultades temporales no reducirán a Rusia al papel de una potencia de segundo orden, ni romperán la nación". En su opinión, con el tercer milenio comenzará la cuenta atrás de una nueva época, a la que enfáticamente calificó como "la era de Rusia". La oposición no se dejó impresionar. El comunista Guennadi Ziugánov, que sigue adelante con su plan de juzgar a Yeltsin en la Duma a partir del 15 de abril, se mostró, al igual que otros dirigentes de la banda izquierda de la Cámara baja, indignado porque Yeltsin cargó las culpas de la crisis que estalló el pasado 17 de agosto sobre las espaldas de los diputados.

Más difícil

La Duma se negó a aceptar las medidas económicas que el primer ministro de entonces, Serguéi Kiriyenko, había pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Según dijo ayer el presidente, el actual jefe de Gobierno, Yevgueni Primakov, se ve obligado a aplicar ahora esas misma recetas, pero "en circunstancias más difíciles".Yeltsin mostró más respeto por la futura Duma que por la actual, dominada por los comunistas y sus aliados y con la que ha tenido sonados enfrentamientos. De hecho, uno de sus argumentos para rechazar que se pacten ahora mismo enmiendas a la Constitución aprobada en diciembre de 1993 -que deja en manos del presidente más poder del que tiene el de Estados Unidos- es que eso debe ser trabajo de la nueva Cámara.

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Yeltsin elogió a Primakov con lengua de doble filo. Por una parte, consideró mérito de su primer ministro que no se haya producido el hundimiento del país que los agoreros pronosticaban hace seis meses. Por otra, sin embargo, señaló que debe acabar la etapa de poner parches y hay que fijar nuevas prioridades. La primera de ellas, apuntó, es que la economía rusa se vuelva competitiva en el mundo, lo que hoy suena a utopía químicamente pura.

Consideró tan absurdo afirmar que "la planificación es un espantapájaros" como que "el monetarismo es una panacea", pero no dejó margen a la duda sobre cuál es la vía por la que se inclina al precisar que "el camino abierto en 1991 sigue siendo el correcto" y que "la culpa de las actuales dificultades no es de la economía de mercado". Yeltsin atribuyó a los enemigos de la reforma objetivos tan siniestros como el establecimiento de la censura de prensa o el retorno de la guerra fría.

Mientras su primer ministro se entrevistaba en Belgrado con Slobodan Milosevic para intentar detener los bombardeos de la OTAN, Yeltsin, que según diversos analistas ve con recelo el creciente protagonismo de Primakov, ahondó en las diferencias con éste al descartar que se ponga en práctica una idea suya: que los gobernadores de las regiones sean designados por el poder central. Admitió, sin embargo, que en varios de los 89 "sujetos de la federación", los comicios han estado marcados por el fraude y el soborno hasta convertirse en "una farsa". Prometió acabar con esa situación, pero no dijo cómo.

En mensaje que ampliaba su discurso, el líder del Kremlin se refirió más extensamente al cáncer que socava los cimientos del Estado ruso. "Las medidas para combatir la corrupción", señaló, por ejemplo, y "la ideología de la seguridad económica deben impregnar todo el sistema legislativo". Yeltsin ha prometido en varias ocasiones lanzar una lucha sin cuartel contra la corrupción y el crimen organizado. Nunca pasó de verdad a los hechos.

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