¿Deuda eterna?
Aunque tímidamente, algo parece empezar a moverse. Estos últimos días ha sido el anuncio del presidente Clinton proponiendo una serie de medidas para aliviar la deuda externa de los países africanos bajo ciertas condiciones. Recientemente, también, era el ministro de Economía de Francia quien exponía una iniciativa destinada a anular la deuda de los países más pobres durante 30 años.Seguramente son meras palabras que se pronuncian con facilidad en los discursos, pero que se olvidan con la misma facilidad o, peor todavía, tal vez sean palabras que sólo tratan de esconder otras que vienen a decir: soltemos un poco el lazo de los países más pobres para que apriete pero no ahogue y se pueda seguir cobrando; es decir, moverse un poco para que todo siga igual.
Pero seamos optimistas. No deja de ser relevante que se empiece a hablar, e incluso que se propongan otras soluciones que no sean las consabidas renegociaciones, que sólo implican nuevos préstamos y nuevas y mayores deudas, acompañadas de programas de ajuste estructural que ponen a la población al límite de la resistencia. Ecuador ha sido un ejemplo últimamente.
Y dado que actualmente lo que el Tercer Mundo paga por su deuda es bastante superior a la ayuda al desarrollo que recibe, o se proponen otro tipo de soluciones o no habrá salida al final del túnel, y lo demás es engañarse.
Por su parte, el Gobierno de España debería implicarse a fondo en los organismos internacionales en esta tarea, porque si no conseguirá que la solidaridad que muestran los ciudadanos, como hace poco con Centroamérica, sea en vano. El Gobierno debe transformar en acción política ese cambio de concepción del mundo que la sociedad demanda.
Pero para lograrlo no hay que bajar la guardia, y la campaña actualmente en vigor para la condonación de la deuda externa que promueven varias ONG debe continuar con fuerza y todos debemos apoyarla, de la misma forma que nos lanzamos a colaborar cuando las catástrofes humanitarias suceden.-
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