La depuración de elementos prescindibles
"Estaba muy orgulloso de los últimos cuadros. Los había sacudido para que se desprendiera de ellos todo lo que tenían de prescindible y se quedaran con lo realmente imprescindible", contaba ayer Rodrigo Muñoz Avia, el menor de los cuatro hijos del artista. Las obras a las que se refiere Rodrigo, de 31 años, son ocho piezas de gran formato fechadas todas en los noventa. Pinturas en las que prima la sobriedad como las tituladas Negro Ucello o Tabla 30-95. El catálogo que acompaña a la exposición, en el que se incluyen textos del escritor Francisco Nieva y del crítico Francisco Calvo Serraller, reproduce algunas de las anotaciones que el propio Lucio Muñoz hizo sobre estas obras: "Retornando a la idea de los dos procesos, el de creación y el de trabajo, en esta última etapa se ha producido la fusión en uno solo. Antes trataba de decir cosas con la madera que posiblemente no fueran adecuadas para este material y en cierto modo lo limitaba. Ahora todo lo tiene que decir la madera en su propia lengua. Todo surge del proceso de trabajo".
Es precisamente este proceso a lo largo de los años el que la muestra recorre puntualmente. Parte de las primeras obras figurativas, como el retrato que le hizo a su mujer en 1958, Retrato de Amalia, para pasar después a la pintura negra y de corte trágico que realizó en la década de los sesenta y en la que ya había encontrado el material que no abandonó durante toda su trayectoria: la madera. Las formas orgánicas y los paisajes sobrenaturales inundan los cuadros que realizó en los setenta. Esos mismos paisajes van adquiriendo formas más naturales en los ochenta y, en los noventa, su pintura se hace más equilibrada, más serena y con claras referencias arquitectónicas.
El centro de lo pictórico
A pesar de que siempre ha introducido elementos en el lienzo, los que conocen profundamente su obra, como los dos artistas que han ejercido de comisarios en esta muestra, no dudan en calificarlo de pintor. "Lucio siempre ha estado en el centro de lo pictórico", asegura Antonio López.Aunque la muestra más amplia de Lucio Muñoz fue la que realizó el Centro de Arte Reina Sofía en 1988, ésta añade el trabajo de los diez últimos años, lo mejor y más sereno de su producción, según los especialistas.
Más de la mitad de las obras que se exponen en el Hospital de los Venerables de Sevilla pertenecen a la familia del artista. "Cada vez que mi padre terminaba un cuadro del que estaba particularmente orgulloso decía: "Ya está vendido", y se lo quedaba", comentó Diego Muñoz Avia, de 35 años y tercero de sus hijos.
"A mi padre lo he visto siempre como pintor. Sólo sabía vivir pintado. Vivió la pintura con pasión, se alimentó de la música y de la literatura y él mismo decía que podría haber sido poeta o músico, pero yo, sinceramente, no lo creo", añade Rodrigo.
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